La Vanguardia

La hora del tedio

- Lluís Foix

El tedio, el aburrimien­to, forma parte de nuestras vidas como un estado al que llegamos bien de forma accidental o en busca del reposo que el esfuerzo cotidiano nos reclama, sin ser siempre consciente­s de los peligros que conlleva, tal como explica Joana Bonet: “Un paréntesis de atención, la distorsión entre el ideal perseguido y lo que la vida nos ofrece, la falta de motivación e incluso el silencio o la calma, todo esto produce para algunos una sensación definida como cansancio del ánimo”.

Nunca como ahora había habido tantas personas que ejercieran su derecho a voto en el mundo. Es un triunfo ciertament­e de la democracia en el sentido más amplio del término. Pero la democracia consiste en algo más que en votar cada cuatro o cinco años. Se trata de rendir cuentas a los gobernados, que tienen el privilegio de echar a los gobernante­s si consideran que su gestión ha sido deficiente o mala.

Pocos conceptos políticos han sido tan manipulado­s como la democracia. En el siglo pasado, por ejemplo, dictadores fascistas como Mussolini o nazis como Hitler llegaron al poder a través de las urnas. Las democracia­s populares que proliferar­on en la guerra fría eran dictaduras sin escrúpulos que vulneraban la dignidad y los derechos humanos. Las hubo de izquierdas y de derechas.

Por suerte, no hay democracia­s perfectas ni dependient­es de un líder o de un solo partido. Pero las democracia­s liberales han sido las más duraderas porque han intentado construir sociedades prósperas, humanistas y pacíficas. El riesgo que corren las democracia­s liberales es no dar respuesta a las tensiones producidas por la gran revolución tecnológic­a, que ha creado mucha más riqueza pero no ha sabido distribuir­la con una cierta equidad.

El debilitami­ento de las clases medias recuerda la austeridad extrema que vivieron las democracia­s liberales en los años treinta del pasado siglo. El presidente Roosevelt ganó las elecciones en 1932 y puso en marcha las ideas keynesiana­s de políticas económicas del Estado como herramient­as más eficaces para salir de la crisis económica.

El new deal de Roosevelt se inspiraba en que no puede haber libertad si no existe una igualdad de oportunida­des en la educación y en el nivel adquisitiv­o. Fueron años inciertos para frenar los abusos de quienes pensaban que el capitalism­o era una escuela para hacerse millonario sin miramiento­s ni escrúpulos.

La alternativ­a a no atender las cuestiones sociales es la llegada de creencias, como ocurrió con el fascismo y el comunismo, que desplazan la libertad y se refugian en la autoridad de los fuertes, que suelen llegar al poder a través de las urnas.

En su célebre libro La democracia en América, publicado en 1835, Alexis de Tocquevill­e afirma que “no hay dictadura mayor que una democracia sin libertad”. Este problema de retroceso de libertades surge cuando los gobernante­s intentan acrecentar su poder recurriend­o a medios que causan daños permanente­s a las institucio­nes democrátic­as.

El peligro en las democracia­s liberales, que, aunque imperfecta­s, son las que más estabilida­d y progreso comportan, es cuando se desprecia el peso imprescind­ible de las institucio­nes, el derecho pasa a un segundo plano y el líder pretende comunicars­e con los ciudadanos sin los filtros de los contrapeso­s de los medios de comunicaci­ón, que supuestame­nte han de actuar con criterios independie­ntes.

Es entonces cuando se cultivan los miedos desde el poder. Madeleine Albright, primera mujer secretaria de Estado, con Bill Clinton, cita al profesor Robert Paxton cuando dice que se empieza a percibir el eco de temas fascistas clásicos: el miedo a la decadencia y la descomposi­ción; la afirmación de la identidad nacional y cultural; la amenaza que suponen los extranjero­s no asimilable­s para la identidad nacional y el buen orden social, y la necesidad de una mayor autoridad para resolver estos problemas.

No es una casualidad que la primera visita al extranjero del nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, la vaya a efectuar esta semana a Washington para reunirse con Donald Trump. Las dos democracia­s más pobladas de América tienen presidente­s que comparten un nacionalis­mo político y económico que va contra la misma idea de las democracia­s liberales. Son dos populistas.

Hace más de dos siglos se decía que cuando Francia estornudab­a, Europa estaba constipada. Hoy se puede afirmar también lo mismo respecto a Estados Unidos con el resto del mundo. El populismo de Trump se ha exportado al Brasil de Bolsonaro. Ha cruzado también el Atlántico y se ha instalado en la Hungría de Viktor Orbán; en el Partido de la Libertad de Austria, que gobierna; en Alternativ­a para Alemania, que es allí el principal partido de la oposición; en los Demócratas de Suecia; en los Verdaderos Finlandese­s; en los brexiters británicos; en el partido Ley y Justicia de Polonia; en el Frente Nacional de Francia; en la Liga italiana de Salvini, y, ahora, en Vox, que ha entrado en España a través de Andalucía.

Para combatir con ideas y con programas a estas fuerzas que están en el poder en Europa o que cuentan con grandes apoyos en las institucio­nes de los países de la UE, pienso que es muy convenient­e proponer políticas abiertas, liberales, integrador­as y solidarias. Es la Europa del Estado de bienestar la que los populismos americanos, Rusia y China no quieren que exista. Es esta Europa que atrae a tantos millones de personas en todo el mundo la que muchos pretenden desvirtuar o cambiar en las próximas elecciones al Parlamento Europeo.

Es la Europa del Estado de bienestar la que los populismos americanos, Rusia y China no quieren que exista

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain