La Guardia Civil expone las resistencias a los registros
Salvadó le pidió a su secretaria que “tirara al patio” papeles de su despacho
La de ayer fue una jornada tensa en el juicio del caso 1-O. Hubo numerosas quejas e interrupciones de los letrados por lo que consideran limitaciones injustificadas a su labor. El motivo deriva de la importancia de los testimonios escuchados, los guardias civiles encargados de algunas de las principales diligencias de investigación, que explicaron las resistencias con que se toparon para practicarlas.
Todo ello determinó que se produjeran dos tipos de interrogatorios. Es decir, los que hizo la Fiscalía y los que llevaron a cabo las defensas, en ambos casos dirigidos a dichos mandos y miembros de la Guardia Civil, que son los que practicaron numerosas diligencias de entrada y registro, principalmente los del día 20 de septiembre del 2017, ordenados por el juzgado de instrucción número 13 de Barcelona, pero también en las empresas supuestamente relacionadas con la organización del 1-O en materia de cartelería, papeletas, etcétera.
Los interrogatorios de la Fiscalía fluyeron con facilidad, y los comparecientes explicaron sobre todo las dificultades que afrontaron para cumplir los mandamientos judiciales, y las irregularidades que a su juicio se produjeron. El primer agente en declarar subrayó, por ejemplo, que mientras se registraba la secretaría de Hisenda se personó el exvicepresident, Oriol Junqueras, quien “se abrazó, o dio la mano” a su titular, Josep Lluís Salvadó, cuando por la condición de detenido de este último, no hubieran debido tener “contacto físico”.
A diferencia de los de la Fiscalía, los interrogatorios llevados a cabo por las defensas fueron un continuo forcejeo con los testigos, centrado en las posibles exageraciones e inexactitudes de los atestados extendidos, y también de sus declaraciones en el juicio. La letrada Marina Roig –defensora del presidente de Òmnium, Jordi Cuixart– llegó a imputar falso testimonio a uno de los comparecientes, por las contradicciones entre su declaración en la vista oral y durante la instrucción.
Los miembros de la Guardia Civil habían sido propuestos por la Fiscalía y declararon sin transmisión de su imagen. Como testigos de la acusación, por tanto, el fiscal les preguntó sobre todo aquello que pudiera acreditar la solvencia de las pruebas reunidas contra los procesados, poniendo de manifiesto las acciones de hostilidad u ocultación que atribuyen a los investigados. Uno de los incidentes de mayor entidad, en este sentido, se produjo en el registro del domicilio del exsecretario de Hisenda, Josep Lluís
LA DENUNCIA Marina Roig, letrada de Cuixart, imputa falso testimonio a uno de los agentes
EL CONTEXTO La situación en Exteriors, descrita por un testigo como “un capítulo de terror total”
LA QUEJA Los abogados denuncian indefensión por las limitaciones en los interrogatorios
Salvadó, que tardó unos tres minutos en abrir la puerta, de acuerdo con la versión dada por el encargado de la diligencia.
El motivo era que Salvadó hablaba por teléfono con su secretaria. Como el aparato estaba intervenido, la Guardia Civil comprobó después que en aquella conversación el secretario de Hisenda le daba a dicha secretaria la siguiente orden: “Entra al despacho, coge la pila de papeles que hay encima de la mesa y tírala al patio”.
Otro relato intenso fue realizado por el guardia civil encargado del registro en el despacho de Xavier Puig Farré, responsable del área de tecnologías de la información y comunicaciones, en la Conselleria d’Exteriors. La salida de este departamento se vio entorpecida por “una masa” que trató de impedir la partida de la comitiva judicial, e incluso “liberar” al detenido, que a pesar de ello siguió muy asustado los acontecimientos. “Eran –manifestó el testigo– caras de mucha rabia. Había 200 ó 300 personas” y si bien “la mayor parte de los congregados allí no conocían ni sabían quien era el señor Puig Farré”, quisieron “sustraer el detenido a la Guardia Civil”, una situación “en la que nunca me había visto”.
El declarante resumió lo sucedido afirmando que “fue un capítulo de terror total”, mientras que “los Mossos no hacían nada, miraban”. En un momento dado –prosiguió–, llegaron “dos coches oficiales de alta gama” y “desde uno de ellos, Carme Forcadell sacaba la mano para agitar a la masa”. Sobre si detuvo ese vehículo, el testigo respondió que “bastante tenía yo allí como para parar el coche de Carme Forcadell”. Su defensa protestó por este relato y cuestionó su veracidad.
También se preguntó al testigo si los manifestantes “tiraron claveles”, a lo que el agente respondió: “No me dio ninguno en la cabeza”. La respuesta le pareció inadecuada al presidente del tribunal, Manuel Marchena, quien subrayó al testigo que “la pregunta es si se los tiraron”, y la nueva contestación fue que “al principio, luego ya no tiraron ninguno”, y sí en cambio “botellas y otros objetos”.
La llegada del bloque de testigos de la Guardia Civil supuso, en suma, una subida de temperatura en la vista, por la crudeza de las descripciones y su cuestionamiento por las defensas, que quisieron contrastar esos relatos con vídeos que desmintieran, por ejemplo, la supuesta inactividad de los Mossos. Pero el presidente del tribunal no lo permitió. El argumento de Marchena fue que ya se verán todos los vídeos cuando se aborde la prueba documental, y no ahora, en la testifical. Pero los letrados denuncian continuamente indefensión. Es claro que dudan de los testigos e incluso niegan sus versiones de los hechos, y se sienten desprotegidos por el tribunal, por estimar que en la vista no hay una auténtica igualdad de armas. Marchena lamentó la insistencia de las defensas en esta estrategia. El juicio, en suma, atraviesa una fase tormentosa, y no se ve cuándo podrá instalarse en la sala un clima de debate procesal sin sobresaltos.