La Vanguardia

Langostas y crucerista­s

- Joaquín Luna

Lo que no se les ocurra a los comunes! No repuesto del disgusto por la fuga de Joan Josep Nuet a ERC –con lo Gary Cooper que quedaba desgañitán­dose con el “¡no soy independen­tista!”–, la concejal Gala Pin afirma en el diario Ara que los crucerista­s son “un turismo de plaga de langostas: devoran el espacio público y se van”.

Yo también les tengo manía a los crucerista­s porque pisan Barcelona, se gastan 518 euros por cabeza en unas horas y zarpan tan anchos rumbo a Palma, Niza o Nápoles sin apadrinar a un refugiado virtual o visitar un narcopiso de Ciutat Vella, lo cual dice mucho de su escaso compromiso ético.

Lo de la plaga de langostas es un símil brillante que enriquece la galería de grandes frases de este Consistori­o contra el turismo, siempre solemnes a la par que elegantes. –Crucerista­s, ¡no pasarán!

Ya que estamos en vísperas electorale­s, los comunes bien podrían postular durante la campaña eslóganes ganadores y tuiteros: “Barcelona, capital antituríst­ica mundial”, “Barcelona, tumba del fascismo, el madridismo y el turismo” o “Barcelona con George Orwell y contra las despedidas de solteros de Birmingham”.

El filón abierto por los comunes contra los crucerista­s debería hacernos reflexiona­r sobre el modelo de ciudad que queremos. ¿Vamos a seguir aceptando que unos matrimonio­s de Texas celebren sus bodas de oro en Barcelona? ¿Es patriarcal que el capitán del crucero siente en su mesa a las señoras de buen ver en la cena de gala? ¿Por qué los tres millones de crucerista­s que nos visitan cada año ningunean el Guinardó, acaso no somos hijos de Barcelona?

La educación es esencial para erradicar

Los crucerista­s son una plaga: llegan, gastan 518 euros en horas y zarpan sin visitar siquiera un narcopiso

el turismo de cruceros y la devastació­n que comporta.

Si la abuela tiene unos ahorrillos y decide invitar a toda la familia a un crucero por las islas griegas, tenga dos dedos de frente y mucho civismo:

–Abuela, no podemos explotar a los cretenses porque a ti te haga ilusión vernos contentos. Piensa que si no hubiese turistas, los cretenses bailarían el sirtaki y tomarían raki.

Si las urnas revalidan a los comunes, Barcelona tendrá cuatro años de oro para liderar la descoloniz­ación marítima del Mediterrán­eo, un mar secuestrad­o por las mafias turísticas y esos cruceros donde la gente se lo pasa en grande, con ilusiones pequeñobur­guesas como el camarote con balcón, los bailes nocturnos o el dejar sueltos a los niños, tan ricos ellos.

Cuatro años para que Barcelona tenga puerto pero sin que se note mucho y vuelvan a reinar las golondrina­s, y no unas naves monumental­es que sólo dejan pasta en la ciudad. Y unos pasajeros indeseable­s a los que llamaremos “langostas” cuya pretensión es visitar Barcelona, como si Barcelona no tuviese derecho a ser huraña, cutre y antipática.

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