Las rocas de un asteroide ponen en peligro una misión de la NASA
La misión Osiris-Rex de la NASA, que tiene como objetivo tomar una muestra del asteroide Bennu y traerla a la Tierra, se ha encontrado con un escollo inesperado. La superficie de Bennu ha resultado ser accidentada y estar repleta de grandes rocas, cuando los datos previos hacían pensar que sería lisa y estaría recubierta de polvo fino, según las observaciones preliminares de la misión, presentadas ayer en la conferencia de ciencia planetaria y lunar, celebrada en The Woodlands (EE.UU.), y en siete artículos, uno de ellos en la revista Nature.
La nave no está preparada para posarse en el asteroide y tomar una muestra de su suelo en estas condiciones, por lo que los responsables de la misión tendrán que rediseñar su estrategia. A pesar de ello, por el momento mantienen el plan inicial de captar el material a mediados del 2020.
“El rendimiento de los sistemas de navegación ha sido extraordinario hasta la fecha”, declaró en una teleconferencia de prensa Rich Burns, coordinador del proyecto de Osiris-Rex en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA. “Tenemos confianza en que nuestros sistemas y nuestro equipo están a la altura del objetivo”. El riesgo de que la misión fracase, no obstante, todavía no se ha cuantificado, ha señalado Burns.
Bennu se encuentra a algo más de 80 millones de kilómetros de la Tierra. Ya que se trata de una reliquia del pasado del sistema solar, conocer su composición puede aportar pistas sobre su historia y la de nuestro planeta. Es por eso que la NASA se planteó traer un trozo de Bennu a la Tierra, donde se podría estudiar en profundidad.
Las primeras observaciones han revelado también indicios sobre el pasado de Bennu, que se formó hace entre 100 y 1.000 millones de años y una grata sorpresa: es lo que se conoce como un asteroide activo, de los cuales sólo hay una docena de los más de 800.000 que se conocen en el sistema solar. “Hemos descubierto partículas que salen eyectadas de la superficie a gran velocidad”, ha declarado en teleconferencia de prensa Dante Lauretta, investigador principal de Osiris-Rex. “Algunas de ellas vuelven a la superficie, por lo que hay una lluvia de partículas continua. Por ahora, no sabemos qué mecanismo causa este fenómeno”.
Ayer se presentaron también los primeros resultados de la misión Hayabusa 2, de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA), que está explorando el asteroide Ryugu, a más de 300 millones de kilómetros.
Los datos, presentados ayer en tres artículos en la revista Science y en la conferencia de ciencia planetaria y lunar, han revelado que la superficie de Ryugu es sorprendentemente monótona y pobre en agua, algo que contrasta con las expectativas previas y con la composición de Bennu.
Tanto Hayabusa 2 como OsirisRex llegaron el año pasado a sus respectivos objetivos. La nave japonesa lo hizo en junio; la estadounidense, en diciembre. Hayabusa 2 ya logró tomar con éxito una muestra de Ryugu, el pasado 22 de febrero, y el 5 de abril golpeará el asteroide con un proyectil de 2 kg para excavar un cráter y luego recoger material de debajo de su superficie.
Ambas misiones siguen la estela de la japonesa Hayabusa, que en el 2010 trajo a la Tierra rocas del asteroide Itokawa.
La nave Osiris-Rex debe tomar una muestra de Bennu, pero su irregularidad complica la maniobra