La felicidad toma las librerías
‘La búsqueda de la felicidad’
La filósofa Victoria Camps acaba de publicar en Arpa este ensayo en el que recuerda que preguntarse por la naturaleza de la felicidad equivale a cuestionar el sentido y el fin de la existencia. Dice que la felicidad es una búsqueda a lo largo de la vida de cada persona y la infelicidad es el abandono del deseo de seguir viviendo. Más que una meta, la felicidad es un estado de ánimo, el anhelo de una vida plena. No es objeto de la filosofía determinar en qué consiste ser feliz, pero explica que filósofos y pensadores que van desde Aristóteles hasta Aldous Huxley han reflexionado sobre cuáles son las limitaciones de quienes aspiran a ser felices; qué valor tienen la amistad, el amor, el deseo o la libertad en la consecución de la felicidad; y cómo se relacionan el individuo y el grupo en este camino. La lección es que la felicidad es el mayor bien, pero exige esfuerzo, paciencia y perseverancia.
‘El combate por la felicidad:
Séneca vs. La Mettrie’.
Errata naturae ha recuperado este ensayo del ilustrado Julien Offray de la Mettrie que recuerda que la humanidad se ha preguntado durante milenios qué es la felicidad y cómo conservarla. Y las respuestas de los grandes pensadores han sido a veces opuestas. Séneca creía que el camino de la felicidad estaba marcado por la razón, que nos permite vivir en armonía con la naturaleza, imponiéndonos al vaivén del azar y a los requerimientos del deseo. La Mettrie escribió su propuesta: sus estudios médicos le llevaron a concluir que la felicidad dependía de los sentidos, identificando la virtud con el placer, y renegando de toda autoridad divina o moral que pudiera dictar sobre el camino de la vida feliz de un ser humano.
‘Felicidad: La salvación moderna’.
Helena Béjar publica en Tecnos este ensayo que no se aleja de Happycracia:
dice que nuestra cultura nos ordena ser felices. El nuevo imperativo es ser positivos y optimistas. Ser positivos ha devenido una cualidad para la vida social y una actitud que se debe mantener, independientemente de las circunstancias. Y dice que el mandato de ser felices comienza a principios del siglo XX, cuando nace la autoayuda, que enseña que la felicidad es una cuestión de técnicas que está al alcance de cualquiera. Desde su origen, la autoayuda condena las emociones negativas:
la indecisión, la inseguridad, la tendencia a la preocupación, incluso la tristeza. Los pesimistas, los que no son felices, tienen que reeducar su mente. Y deben aprender el método para alcanzar la dicha: practicar el pensamiento positivo, visualizar
tranquilidad y éxito, contener la ansiedad y la tristeza a través de la meditación.
‘La felicidad, desesperadamente’.
Paidós ha recuperado este ensayo filosófico de André Comte-Sponville, quien dice que el objetivo de la filosofía es la felicidad. Pero no una felicidad que se obtenga a base de drogas, ilusiones o diversiones, sino la felicidad que los griegos llamaban sabiduría.
‘La promesa de la felicidad. Una crítica cultural al imperativo de la alegría’.
Sarah Ahmed publica en La caja negra otro ensayo crítico. Observa que en los últimos años la noción de felicidad ha adquirido una preponderancia inusitada. Los gobiernos la introducen como promesa de campaña y los medios de comunicación divulgan índices. El éxito de las técnicas del buen vivir y de los libros de autoayuda contribuyen a instalar el discurso del entusiasmo, la voluntad y la superación con el peso de un imperativo. Ahmed ve ese imperativo como una técnica disciplinaria que organiza nuestro mundo y dirige nuestras conductas.