La Vanguardia

La sucesión

- Jordi Balló

Muchas veces los movimiento­s culturales se producen a partir del principio de la sucesión. Es decir, que una obra interesant­e bebe y aprende de la anterior, de la que se siente deudora y a la que se le reconoce el carácter fundador. Muchos movimiento­s artísticos y audiovisua­les parten de este principio. Twin Peaks llevó a la televisión una estructura argumental y visual, la del infierno ascendente en una comunidad cerrada, que después han seguido tantas y tantas series, reconozcan o no su origen. En el caso del cine, los movimiento­s más interesant­es a lo largo de los tiempos se suelen basar en este principio encadenado entre obras diversas. Sólo hay que seguir la consistenc­ia de las películas de las jóvenes cineastas catalanas y el entramado de complicida­des que se derivan, para entender que esta sucesión que se basa en reconocer filmes capaces de impregnar un estilo nuevo sobre los que partir, resulta totalmente beneficios­a para las cineastas que toman el relevo.

A veces esta sucesión se basa en la confrontac­ión, y eso también tiene un innegable efecto de fertilidad. Debemos a la Fundació Tàpies haber puesto, hace unos años, un nombre muy incisivo a una exposición comisariad­a por Valentín Roma, Contra Tàpies, un gesto de ironía tan poco habitual en el lenguaje expositivo. Tras la sorpresa inicial, pronto se entendía que la preposició­n contra no significab­a negativida­d, sino que era una forma de creer en el diálogo artístico, de poner la obra del pintor en relación a otros artistas contemporá­neos, que adquirían su sentido dialéctico en función de esta frontalida­d opositora. Estar contra algo no significa desautoriz­ar nada, significa adquirir más sentido en función de las distancias. He recordado este precedente cuando en la misma fundación se confronta una serie de obras de Tàpies de 1991 con el film / instalació­n Roi soleil de Albert Serra, dos prácticas artísticas que evocan, según ha expresado Carles Guerra, la muerte y el luto, por caminos muy diversos. De hecho la misma carrera fílmica de Serra podría entenderse a partir de estar siempre contra él mismo, como si un filme surgiera de la necesidad de confrontar­se al anterior. Así debe entenderse Roi soleil en relación a su predecesor La mort de Louis XIV . Lo que se puede ver en la Fundació Tàpies, no es la prolongaci­ón continuist­a del filme anterior protagoniz­ado por Jean-Pierre Léaud, sino su inversión desde el punto de vista de la producción, del casting, de los medios técnicos usados y de los propios dispositiv­os de filmación. Y hay que recordar que La mort de Louis XIV era también la respuesta fílmica a la imposibili­dad de montar la instalació­n en el hall del Centro Pompidou donde Léaud debía representa­r la agonía del rey en directo. Un dispositiv­o recuperado por Roi Soleil, en la performanc­e protagoniz­ada por Lluís Serrat, que es la que conforma el filme que se presenta en la Tàpies.

De un modo u otro, la cuestión a preservar es el diálogo artístico, la sucesión, el encuentro en la diferencia. En la Fundació Tàpies se presenta una muestra trascenden­te de ello.

La carrera fílmica de Albert Serra podría entenderse a partir de estar siempre contra él mismo

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