Homar, nuevo director de la Nacional de Teatro Clásico
El actor apostará por los jóvenes y las coproducciones internacionales
Sorpresa mayúscula. Lluís Homar será desde el 1 de septiembre el nuevo director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), dependiente del Ministerio de Cultura. Homar dirigirá –en sustitución de Helena Pimenta, que habrá cumplido ocho años en el cargo– el buque insignia del teatro clásico español, el que representa a Lope de Vega o Calderón y cuyo abanico temporal se extiende hasta el siglo XIX. Una compañía que tiene su sede en el fabuloso teatro de la Comedia de Madrid y a la que Homar confiesa que ha llegado de la forma más inopinada: “Como me pasa con frecuencia las cosas a veces hay alguien que te las sugiere. El pasado octubre representé Tierra baja en el teatro de la Abadía de Madrid. Y un día una persona que había visto el espectáculo y le había encantado me dijo: ‘Sabes que en primavera se renueva la dirección de la CNTC? ¿No te has planteado dirigirla?’. Fue, ¿cómo?, ¿qué? Y así fue como me puse en marcha. Y en el fondo ha sido un desenlace con cierta lógica viendo lo que he buscado, lo que he querido y me ha interesado a lo largo de los años”, relata.
Y es que Homar (Barcelona, 1957), uno de los nombres mayores de la escena catalana, uno de los fundadores del Teatre Lliure, que dirigiría entre 1992 y 1998, asegura que lleva “en el ADN el teatro entendido como servicio público”. Y recuerda que en el Hamlet de 1999 o más recientemente protagonizando Terra baixa o Cyrano, ya apostaba por el acercamiento de los clásicos al gran público. Y a eso se le suma que se encontraba, remarca, “en un momento de mi vida en el que me planteaba crear una escuela: cumpliré 62 años y siento que lo que da plenitud a mi recorrido vital y profesional es sentir que soy útil, que contribuyo a que las cosas puedan ser mejores. Y en la CNTC, en la que es parte integral su compañía joven, me parecía que si me daban el cargo lo tenía hecho, era una oportunidad preciosa”.
Homar se trasladará a Madrid y en la programación de cada año dirigirá una de las obras y actuará en otra. Sobre el repertorio de la compañía confiesa que no es un entendido, “no he hecho nunca los clásicos españoles, pero es un reto que me atrae, una aventura apasionante”. “Jan Kott decía: ‘Shakespeare nuestro contemporáneo’. El reto es: ¿es posible que podamos decir Calderón, Lope, nuestro contemporáneo? A veces se los representa museísticos, sacralizados. Yo creo que se ha de entrar en ellos con enorme respeto por la palabra, y luego hay un trabajo importantísimo para que los dramaturgos, entendiendo a los autores, los textos, las épocas, la vida que se vivía, hagan que esta luz sea trasladable a ahora. Que estén vivos, que nos resuenen. Hay textos que lo muestran sobradamente. Son versos más complicados que los de Shakespeare o Molière y hay que crear vida a la vez que hacemos estas partituras más complicadas. Quiero intentarlo”. Además explica que buscará a creadores internacionales como Declan Donnellan, de la compañía británica Cheek by jowl, que ha hecho una labor parecida con Shakespeare. “Quiero que hagamos coproducciones internacionales y salir y formar parte de la vida de primer nivel de las compañías europeas”, añade.
Y concluye: “Mi carrera ya la he hecho con más luces o sombras. Voy a servir, sumar, aprender. Tengo una edad. No voy a la compañía a ponerme medallas. Y siento una predisposición que me contagia. Como decía en Leonci i Lena, tengo una gran dosis de entusiasmo en reserva”.
“Voy a servir, sumar, aprender; tengo una edad, no voy a la compañía a ponerme medallas”