Radovan Karadzic
La Haya falla contra la apelación y endurece la condena a 40 años del 2016
EXLÍDER SERBIO DE BOSNIA
El exlíder serbio de Bosnia ha sido condenado a cadena perpetua por el tribunal internacional que juzgó su papel en la guerra de los Balcanes. Lo considera culpable de genocidio. Así, se amplían los 40 años de cárcel que le impuso en el 2016.
La apelación ante el tribunal de La Haya le ha salido mal a Radován Karadzic, el que fuera líder serbio de Bosnia acusado de genocidio durante la guerra de Bosnia (1992-1995). Si en marzo del 2016 era condenado a 40 años de cárcel, la sentencia final, que se ha hecho esperar y fue pronunciada por fin ayer, dice que merece la cadena perpetua. Karadzic tiene 73 años.
Según el juez que presidió el tribunal de apelación, la sentencia de primera instancia “reflejó de forma inadecuada la extraordinaria gravedad de la responsabilidad de Karadzic en la comisión de los crímenes”.
Esto era justamente lo que esperaban muchas de las personas –viudas, sobre todo– que ayer se concentraban en el memorial por las víctimas de Srebrenica en espera del veredicto. Srebrenica fue escenario del asesinato, en julio de 1995, de unos 8.000 hombres y adolescentes a manos del general Ratko Mladic, que estaba a las órdenes de Karadzic, entonces líder de la República Srpska. A Mladic también le cayó la perpetua en otoño del 2017.
“Este veredicto llega muy tarde, pero es un día muy importante para nosotros”, decía Nedzad Avdic, un superviviente de la masacre que se cobró la vida de su padre. Pero las cosas no son tan sencillas en la Bosnia de hoy. Los serbios son un tercio de los ciudadanos de Bosnia, y para muchos miembros de esta comunidad –lo mismo que en Serbia– Karadzic es un “héroe” que protegió a su pueblo.
Así, el actual copresidente de Bosnia, el nacionalista serbio Milorad Dodik –que comparte el cargo con un bosnio y un croata– dice que Karadzic nunca pretendió matar civiles. “Personalmente –ha dicho– no creo en la legitimidad de este tribunal, que no ha cumplido su misión de emitir sus veredictos sobre una base de reconciliación”.
En octubre del 2012, Karadzic admitió ante el tribunal de La Haya para los crímenes de la antigua Yugoslavia que dio “una orden para actuar en Srebrenica”, pero especificó que se trataba de una “operación militar para crear un corredor” que separara las localidades de Srebrenica Cepa. Karadzic
y añadió que “frenó muchas veces” al ejército serbobosnio y que cuando dio su aprobación para entrar en Srebrenica, el fin era “proteger a civiles y musulmanes”.
Respecto a Srebrenica, el veredicto del Alto Tribunal de la ONU sostuvo en que entre el 11 de julio y el 1 de noviembre de 1995 Karadzic participó en una “organización criminal conjunta” para matar a miles de hombres bosnios musulmanes y desplazar forzosamente a mujeres, ancianos y niños.
Hay que recordar, sin embargo, que los cascos azules de la ONU –holandeses en este caso–, fueron incapaces de impedir la masacre, cometida por las tropas serbobosnias, en uno de los casos más polémicos y al mismo tiempo sin duda reprochables en que se han visto envueltas nunca las fuerzas de paz de Naciones Unidas.
Karadzic, psiquiatra de profesión y poeta aficionado, fue asimismo condenado en el 2016 por asesinato y persecución, y declarado responsable penal individual por el sitio de tres años contra la ciudad de Sarajevo, en el que murieron miles de personas.
La sentencia en primera instancia fue “inadecuada” ante la gravedad de los cargos, según el juez
La Fiscalía acusó también al exlíder serbobosnio del hacinamiento de miles de bosnios croatas y bosnios musulmanes en centros de detención, en unas condiciones de vida calculadas para destruirlos físicamente.
Durante doce años, desde que se dictó la orden de busca y captura en 1996, Radovan Karadzic vivió con otra identidad, aunque siempre se sospechó que, al igual que Ratko Mladic, estaba de algún modo protegido en Serbia. Cuando por fin fue capturado, el 21 de julio del 2008 cerca de Belgrado, estaba mucho más delgado, llevaba el pelo largo y una barba gris, igualmente larga, apariencia que le venía muy bien para su disfraz de médico de terapias alternativas bajo una segunda identidad.