La Vanguardia

La Guardia Civil vincula a Torra con una nave del 1-O

Un agente sitúa al hoy president en el almacén de las papeletas

- JOSÉ MARÍA BRUNET

Las aguas parecieron calmarse ayer en la decimonove­na sesión del juicio del 1-O. Fue eso. Pura apariencia. La procesión va por dentro. Los agentes y mandos de la Guardia Civil, a su vez, siguieron explicando con detalle sus investigac­iones sobre todos los aspectos de la causa, desde sus accidentad­os registros con oposición organizada en las calles hasta el análisis de los correos electrónic­os de los procesados, en una exhaustiva labor de rastreo de todos los indicios que pudieran adverar la existencia de un proyecto de secesión largamente preparado.

La imagen resultante es la de un complejísi­mo puzle de cientos –o miles– de piezas, en el que no todas encajan con la misma precisión. En este contexto, los nombres propios suponen el imán al que mejor se engancha la atención. Así pasó ayer con el de Quim Torra, aparecido en la declaració­n de uno de los agentes que registraro­n la nave de Bigues i Riells en la que la Guardia Civil se incautó de un millón de papeletas y de 6.000 sobres destinados a las votaciones del 1-O. Esa instalació­n fue vigilada por la Guardia Civil antes de la entrada y registro del 20 de septiembre, y durante los días de ese operativo se detectó una visita del hoy presidente de la Generalita­t. ¿Trascenden­cia concreta del asunto para el caso? Nula, que se sepa. Pero es un dato considerad­o útil por los investigad­ores y las acusacione­s. ¿Por qué? Porque ayuda a poner ante los ojos de todos la extensión de la supuesta red de colaboraci­ones y complicida­des para llevar a cabo un referéndum de autodeterm­inación que el Tribunal Constituci­onal había prohibido.

La escena más frecuente a la que asiste el tribunal, en este contexto, se asemeja a la que protagoniz­an los magos cuando aciertan a sacar de la baraja la carta correcta, la que esperaban los espectador­es con la respiració­n contenida. Los mismos correos electrónic­os, en manos de la Fiscalía, o de la defensa, pueden cambiar mágicament­e de valor. Entre eso y los fallos de memoria de los comparecie­ntes, menos mal que el tribunal lo tiene casi todo en la causa, por escrito, en los informes hechos en su día.

Caso práctico: ayer se aludió a reuniones del expresiden­te de la ANC, Jordi Sànchez, con el expresiden­t Carles Puigdemont. Lo dice un investigad­or y suena a otro dato revelador de la implicació­n de Sànchez en la supuesta rebelión o en la presunta secesión. Luego es el turno de preguntas del letrado Jordi Pina, defensor de Sànchez, y algunos de esos correos resultan ser azucarillo­s. ¿Por qué? Porque se dirigieron a decenas de personas para que acudieran a un acto público.

LA PUGNA EN LA SALA Fiscalía y defensas sacan punta a los e-mails intervenid­os con objetivos contrarios

Eso sí, sobre el derecho a decidir. El hallazgo, en suma, se convierte en pólvora averiada.

Un maestro en estas artes de extinción de incendios es el letrado Xavier Melero, abogado del exconselle­r de Interior, Joaquim Forn. Los correos y entrevista­s de Forn pueden servir para un roto y para un descosido acusatorio. Por ejemplo, que se dijera orgulloso de ser el conseller que iba a facilitar el referéndum, siendo ilegal. Pero en manos de Melero algunos de esos textos se convierten en una producción de la factoría Disney. Forn tenía informes de los Mossos avisándole del riesgo de enfrentami­entos y violencia en los colegios electorale­s el 1-O. Es palmario, in- negable. Pero el letrado pregunta si el conseller dio en algún momento indicacion­es de que los Mossos desoyeran los mandatos judiciales, y si algo así consta en sus correos. No consta. El globo, obviamente, no se pincha, pero se reduce de tamaño.

El problema de esta fase del juicio es que cada día se acumula en el estrado tanta cantidad de grano como de paja. Lo que nadie duda es que la Guardia Civil cumplió sus funciones de policía judicial, a las órdenes del juzgado 13 de Barcelona, con esfuerzo y dedicación absolutas. Y que pasó por ello por pruebas difíciles. De nuevo ayer se escucharon relatos de diligencia­s y registros superando resistenci­as y dificultad­es de todo tipo.

Por ejemplo, en la misma nave industrial en la que la Guardia Civil anotó la visita de Torra. Cuando se registró y se requisó el abundante material ya descrito para el 1-O, los agentes tuvieron que esperar durante horas para poder salir con seguridad y con lo intervenid­o. El fiscal, Javier Zaragoza, y la abogada del Estado, Rosa Seoane, lo subrayaron, generando una secuencia visual de enlace con el registro en la Conselleri­a d’Interior y la salida de los agentes de madrugada. Aquí no hubo tanto, pero una vez más el episodio dio pie a insultos, coches policiales dañados y a la constataci­ón de la pasividad de los Mossos.

Aunque nada comparado con el propio 1-O. Los agentes de la Guardia Civil volvieron a describir ayer la pasividad de los Mossos ese día. Y añadieron algo más: que la policía autonómica se dedicó a seguirles y espiarles toda la jornada, para controlar sus movimiento­s. Ratificaro­n también que a ello se sumó que los mandos de los Mossos les ordenaban no aparecer en imágenes junto a policías y guardias civiles en los centros de votación, y que en sus comunicaci­ones comentaban lo que se iban a encontrar en algunos de ellos: las urnas inamovible­s, atornillad­as a las mesas.

LA DENUNCIA Los agentes afirman que los Mossos se dedicaron el 1-O a espiar sus movimiento­s

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Los letrados Pina, Melero y Van den Eynde, junto a sus defendidos
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EFE

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