Montse Juvanteny
Esta maestra de profesión que dirige la Fundació Juvanteny ha convertido en su opción de vida la dedicación a los menores en riesgo de exclusión social. Con nueve muchachos acogidos en casa, anima a los demás a que abran sus puertas.
Para Montse Juvanteny dedicarse a los menores en riesgo de exclusión social es una opción de vida. Nunca, explica, ha distinguido entre la vida personal y el trabajo. Esta maestra de origen dirige la Fundació Juvanteny, con tres centros de acogida para niños pero su empeño está puesto en buscar familias para los menores, darles una nueva oportunidad. Pese al grave caso de abusos que tuvo que afrontar con el caso del pederasta de Castelldans, bajo la tutela de su fundación, sigue al pie del cañón en pro de la acogida.
Ella lo ha hecho en nueve ocasiones. Los centros, señala, cubren las necesidades físicas de los menores que por motivos diversos han de dejar de vivir con sus familias biológicas. Pero por muy bien que se haga, para el proceso de crecimiento madurativo, emocional y educacional es mucho más recomendable crecer en familia. Los niños necesitan referentes fijos, seguridad y equilibrio. Por ello ha puesto en marcha la campaña “Tu también puedes ser familia de acogida” para dar a conocer el acogimiento, para que las familias se animen a hacerlo y para explicar que lo principal es tener “capacidad emocional”. Quienes se lo planteen van a tener el apoyo y la guía de la fundación. “Acoger es un gran acto de generosidad”, explica. Es una nueva oportunidad para estos niños para recibir el afecto y el amor que necesitan, para crecer de forma sana. Es verdad que la acogida se conoce poco, que las familias tienen miedo de “perder” un día al niño, pero la realidad es que pocos regresan con sus familias biológicas, indica.
Juvanteny habla desde la expe- riencia personal. Tiene 3 hijos biológicos, 9 de acogida y hoy con 75 años se declara también “abuela de acogida”, que quiere decir abuela a secas.
Con toda su gran familia, que ha crecido en una casa en el Montseny donde tiene uno de los centros, guarda una estrecha relación. Y admite que en algunos casos las situaciones no han sido fáciles, porque ella ha incorporado a su familia a algún menor con problemas graves.
Todo empezó un día cuando su padre la llamó desde Joanetes (la Garrotxa) para explicarle que se habían llevado a un niño del pueblo a Wad-Ras, entonces un centro de menores. Juvanteny, que trabajaba como maestra en Barcelona, se fue hacia allí e hizo todo lo que pudo para sacarle y llevárselo a casa. Gracias a la ayuda de Mensajeros por la Paz logró su empeño. Tenía 30 años y una hija biológica.
Montse Juvanteny organizaba entonces colonias de verano donde acudían también pequeños de algunos centros de menores. Al acabar unas vacaciones, le informaron que 17 niños no tenían plaza en estos centros. Y decidió montar uno ella, el primero mixto y laico.
Positiva por naturaleza, explica que siempre hay incógnitas cuando se acoge a un niño, pero que también las hay cuando se tiene uno biológico. Son niños, recuerda, que tienen problemas emocionales por las situaciones que han vivido pero no problemas conductuales. La fundación Juvanteny tiene ahora cerca de 200 menores acogidos en familias, y espera con su campaña brindar nuevas oportunidades.
Esta energía es la que le permi- tió lidiar con el caso del pederasta de Castelldans, que abusó de al menos de cinco menores que estaban bajo la tutela de la Fundació Juvanteny. Sentí mucha impotencia, odio, rabia, pero también me pregunté que podía hacer, explica. Se fue a Estados Unidos a estudiar las formas para reparar el abuso y al regresar creó el programa “Secret”. Aprender a no guardar el secreto. El acusado, David Donet, fue condenado en el 2015 a 51 años de cárcel.
Durante dos años aprovechó todos los sábados para cursar un máster de Terapia Estratégica. Quiere, dice, descargar las mochilas que llevan estos menores, ayudarles, ponerse en su lugar, comprender su mapa mental. Lo contario, comenta con ironía, de los mensajes de la “supernanny”.
Intentar entender como cuando uno de sus hijos de acogida llegó a casa. Hacía meses que no hablaba. Juventany le fue a buscar a un hospital psiquiátrico porque alguien le alertó de que ese chico no debía estar allí, que no era su lugar. Hoy recuerda el día en el que le apretó muy fuerte el brazo y volvió a hablar.
Los acogimientos familiares, señala la campaña que han puesto en marcha, es el gesto más generosos que se puede hacer. La fundación cuenta hoy con 130 familias que han abierto las puertas de su casa a los menores. Antes se estudian los perfiles, con qué familia puede encajar un niño, los principios, los valores. Porque de la acogida, explica, aquí se habla muy poco, es casi desconocida. Dos familias –una con una experiencia positiva, y otra con una más difícil– explicarán sus experiencias para orientar a quienes se puedan interesar.
“Los centros cubren las necesidades físicas de los niños, pero necesitan referentes fijos, seguridad, amor”