Pánico escénico
El actor triunfa en Málaga con ‘Sordo’ y estrena con Almodóvar
El actor bilbaíno Asier Etxeandia confiesa que se sirvió de su propio miedo para preparar el personaje del maquis Anselmo Rojas en el western guerrillero Sordo, del director Alfonso Cortés-Cavanillas.
Asier Etxeandia lleva más de veinte años en las tablas de los teatros, en los escenarios musicales y en los platós de cine y televisión. Pero es justamente ahora, este mismo fin de semana, cuando los planetas se han alineado a su favor para hacerlo brillar como uno de los astros de la interpretación en España. El artista vasco hizo ayer doblete de triunfos: al tiempo que presentaba en Málaga el western guerrillero Sordo, donde es el protagonista absoluto, el artista participaba por todo lo alto del estreno de Dolor y Gloria, la película autobiográfica de Pedro Almodóvar en la que él desarrolla un difícil y gran trabajo al dar vida al actor Alberto Crespo.
Etxeandia sufrió lo suyo para preparar su personaje en el filme del director manchego –admite– pero aún peor lo pasó al afrontar el papel del maquis Anselmo Rojas en Sordo, de Alfonso Cortés-Cavanillas. Rojas es un combatiente de la ingenua resistencia de la postguerra española que ha perdido el oído en el fallido sabotaje de un puente, ejecutado con una bomba que ha estallado antes de tiempo. En su huida del desastre, el guerrillero se convierte en uno de los hombres más buscados por el ejército de Franco.
La historia, basada en un cómic de Rayco Pulido y David Muñoz, se ambienta en la llamada operación Reconquista de los años cuarenta, cuando el Partido Comunista y sus fuerzas afines planearon sin éxito un levantamiento popular y contraataque masivo a las tropas franquistas a través de una invasión por la Val d’Aran. El proyecto fracasó porque la población española “estaba ya muy fatigada” después de tres años de guerra “y quería descansar”, dice el realizador de Sordo.
“Entré en este papel desde el miedo. Porque miedo es lo que tiene Anselmo Rojas y también lo que yo tenía cuando acepté interpretarlo. Casi nada de lo que había hecho antes me había preparado para un personaje así. Fue un puto horror. Y nunca lo había llevado peor. Hasta estuve con cuarenta de fiebre muchos días”, confiesa el actor. Sin embargo, aclara, toda la angustia se le pasó de golpe en cuanto empezó a rodar. “Eso me pasa siempre”, dice.
Etxeandia conectó con Rojas no sólo a través del pánico que compartía con él; el actor también empatizó con su personaje desde el placer de hallarse ante “un tipo humanista y buena persona”; un rebelde que apenas cuenta con formación militar y por ello “la caga constantemente”, pero que tiene muy claro por qué está ahí, en sentido ético.
El artista bilbaíno, lo mismo que el director del filme, considera que el cine español apenas ha tocado la historia del país en general y la Guerra Civil en particular. Ni mucho menos este tipo de episodios de los difíciles años que siguieron a la contienda. Opina el actor que todavía tenemos “muchos tabúes” históricos y políticos; que “estamos muy mojigatos” y hay “demasiados temas sobre los que al parecer nos da miedo a hablar”. Es más: a su juicio, y como indicaría todo lo anterior, en estos momentos “caminamos hacia el fascismo”. Y el cine y todas las demás formas de expresión tienen una cierta responsabilidad al respecto. Porque “las artes –afirma– están para romper lo políticamente correcto”.
Cortés-Cavanillas concibió Sordo como una metáfora de la incomunicación social: una constante que a efectos políticos se traduce según él en una nefasta falta de diálogo y, de cuando en cuando, conduce a una guerra. “Hay que escuchar al otro siempre”, señala el realizador. En Sordo, Anselmo Rojas “no puede escuchar” por razones obvias y la consecuencia es que, aun siendo él buena persona, “sólo genera mal a la gente que quiere”.
Etxeandia encarna al desconcertado pero duro combatiente del maquis como si se hubiera pasado media vida haciendo ese tipo de papeles. Nada más lejos de la realidad. Y él cree que, dada la imagen que dentro y fuera del sector se suele tener de él, tal vez nunca le habrían hecho un encargo como este de no haber sido porque el director le conocía bien y sabía hasta qué punto podía manejarse en un registro nuevo para él. Además de poder hacerlo, Etxeandia estaba deseando algo así, pues para él nada es mejor que “intentar algo nuevo”, sobre todo si le da “vergüenza o miedo” y le saca de eso que ahora llamamos la zona de confort.
El bilbaíno no le haría ascos a trabajar fuera de España. “Para mí no hay cine español; hay cine e historias que contar, y eso es universal”, afirma. Aunque precisa que en este momento está muy volcado en su proyecto musical y escénico junto a Enrico Bárbaro, Mastodonte. Etxeandia hace de todo.
“Caminamos hacia el fascismo; hay demasiados temas tabú o de los que no nos atrevemos a hablar”