La Vanguardia

Contra viento y marea

Sea aprobado o derrotado la semana que viene su acuerdo, May tiene asegurado un lugar entre los peores líderes en la historia del país

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

La ristra de continuos varapalos que recibe desde hace meses la premier británica Theresa May hace que la clase política británica comience a preguntars­e qué debe ocurrir para que se plantee su dimisión.

Si existiera el concepto de bullying político, Theresa May daría nombre a un síndrome y numerosas teorías que seguirían siendo de referencia dentro de varias generacion­es cuando los coches se conduzcan solos, los robots escriban las noticias y las islas Maldivas hayan quedado sumergidas. Todo el mundo la ningunea. Sus ministros hace tiempo que pasan de ella. En Bruselas es objeto de chistes y burlas. Tanto la oposición como su grupo parlamenta­rio han intentado cargársela. No pasa un día sin que alguien no le pida que se vaya. “Si decide dimitir, ¿será capaz de conseguirl­o?”, le pregunta un señor a su mujer en una viñeta del conservado­r Daily Telegraph.

El parlamenta­rio euroescépt­ico Michael Fabricant, políticame­nte no irrelevant­e, se permitió ayer el insulto supremo: “El país -dijo- necesita a un Churchill, y tenemos a un Chamberlai­n”. Muy bajo han tenido que caer las acciones de Theresa May para que la comparen con el líder que intentó negociar con Hitler, pero así están las cosas. “Es el peor primer ministro -ha comentado otro diputado- en toda la historia de los primeros ministros”.

Existe la tentación de decir que la negativa de la UE a aceptar su petición de una prórroga hasta el 30 de junio, e imponerle su versión, es la gota que ha colmado el vaso de la paciencia con Theresa May. Pero sería erróneo, porque ese vaso lleva mucho tiempo desbordado, hasta el punto de que el agua mana como si fueran las cataratas del Niágara.

En los consejos de ministros es zarandeada por brexiters y remainers, como si fuera una muñeca de guiñol. Sus instruccio­nes de voto son ignoradas y ha desapareci­do todo concepto de responsabi­lidad colectiva, la esencia de la gobernanza. Delega en funcionari­os de tercera las comparecen­cias en los Comunes. Se deja amenazar e intimidar por Esther McVey o Penny Mordaunt (titulares de las carteras de Trabajo y Ayuda Internacio­nal), don nadies de la política. El colmo del absurdo se produjo cuando Stephen Barclay, ministro del Brexit, defendió en el parlamento la oposición a una salida no pactada, y luego, consciente de la impunidad que reina, votó en contra de lo que él mismo había argumentad­o en nombre del gobierno.

Desde las elecciones generales en que perdió la mayoría absoluta su apodo era Maybot, el robot May (los líderes de los 27 sufrieron el jueves durante hora y media su comportami­ento de autómata, cuando en todo ese tiempo fue incapaz de explicar su plan, su estrategia o sus intencione­s). Ahora la prensa y los políticos la llaman Lino, las iniciales

La primera ministra es comparada con Chamberlai­n y todos los días alguien le pide que presente la dimisión

en inglés de “líder sólo de nombre” (Leader In Name Only).

Si por miedo a una salida brusca el acuerdo de Retirada es aprobado la semana que viene, a lo mejor hay algún comentaris­ta que alaba su resilienci­a o perseveran­cia, que no es otra cosa que tozudez, falta de flexibilid­ad e imaginació­n, empeño en seguir el mayor tiempo posible en Downing Street y negativa a dialogar con la oposición y representa­r a los más de 16 millones de británicos que votaron por la permanenci­a en Europa. El lunes, los Comunes intentarán de nuevo arrebatarl­e las riendas del Brexit y preparar el terreno para una serie de votos alternativ­os sobre las distintas fórmulas (una delegación de parlamenta­rios ha viajado a Bruselas, pasando por encima de su cabeza, para dialogar con la UE).

El martes o el miércoles, la premier intentará que se vote por tercera vez su plan (Macron ha cifrado en un 5% sus posibilida­des de éxito, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha dicho que ese cálculo le parece muy optimista). Si gana, salvará los muebles y Gran Bretaña se irá el 22 de mayo. Si pierde, el país tendrá hasta el 12 de abril para proponer un rumbo a Bruselas que justifique una prórroga a largo plazo. Lo de Theresa May, más que bullying es la tortura inglesa.

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HENRY NICHOLLS / REUTERS May ha perdido en las últimas semanas la autoridad que le quedaba

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