La Vanguardia

La ujier más querida del Congreso

La neutralida­d ha sido su máxima en las más de tres décadas que lleva en el hemiciclo; en noviembre se jubila, con 72 años, y la van a echar de menos

- CARMEN DEL RIEGO

Paloma Santamaría vivirá hoy uno de los días más felices de su vida. Su nieta mayor, Paula, “cumplirá la mayoría de edad”, cuenta orgullosa la ujier más querida por todos en el Congreso. No dice que cumplirá los 18 años, habla de la mayoría de edad, con lo que eso significa, entre otras cosas poder votar y que sus representa­ntes estén en las Cortes. Santamaría se jubila en noviembre y ya no puede estirar más su vida activa. Cumple 72 años.

Los funcionari­os, al llegar a los 65 años, pueden “reengancha­rse hasta los 70” y es lo que ella hizo en el 2012. Pero luego pidió a la Mesa de la Cámara –pueden hacerlo todos– seguir otros dos años. Y se lo concediero­n. Era portera mayor adjunta, al igual que José María. El portero mayor era y sigue siéndolo Luis Alfonso. Hacían un trío perfecto, pero al cumplir los 70 Santamaría tenía que dejar la jefatura si quería seguir y es lo que hizo.

No llegó a portera mayor porque no es la más antigua de los ujieres, ellos y ellas. Entró por oposición en 1983, con 36 años. Hasta entonces era auxiliar de enfermería. Al separarse de su primer marido buscó nuevas perspectiv­as para cuidar mejor a su hijo y a su hija. Se preparó por recomendac­ión de uno de sus hermanos que es letrado en el Congreso –para ella la familia lo es todo, su marido, sus hijos, sus cuatro nietos, pero también sus hermanos, sobre todo uno de ellos, con problemas de salud desde niño, al que todos cuidan y dedican su tiempo. Ahora podrá atenderle más–. A su hermano, el letrado, cuando están trabajando, le trata de usted, “porque a los letrados se les trata de usted”.

La primera convocator­ia en la que entraron mujeres ujieres había sido tres años antes que la suya, siendo presidente del Congreso Gregorio Peces-Barba. Cuenta que de esa promoción todavía hay muchas activas, porque entraron muy jóvenes, no como ella. Habla de Ramona, Lali, Nieves, Isabel, Mari. Y en el transcurso de la conversaci­ón aparece Nieves, y ratifica sus palabras; ella estuvo en el 23-F, eran 12 mujeres.

Quizá el éxito de Paloma radique en que es humilde y honrada, y a cada uno lo suyo. De hecho, apunta que hay otras más antiguas que ella que podrían contar más cosas. Pero no sabe que en el Congreso decir la palabra ujier es decir Paloma.

En realidad, es una confesora y el puesto en el que está ahora, de paso al hemiciclo por la primera planta y al lado de la consulta del médico, es propicio a la confidenci­a. Ella escucha y sabe decir la palabra adecuada a cada uno, en cada momento. Como también es guardiana de la Sala Constituci­onal, que guarda los cuadros de los siete constituye­ntes, su mesa es paso obligado para todas las visitas. Y si los diputados vienen con sus padres, ella les saluda efusi- vamente y les habla bien de sus hijos, y a ellos les gusta.

Tiene un trato amistoso con los parlamenta­rios, siempre que no estén trabajando, no haya pleno, o no haya cámaras. A Pablo Iglesias ya le tuvo que decir que dejara de darle dos besos cada vez que le veía y delante de todo el mundo, porque él es diputado, y ella, ujier, lo que no quita para que cuando se encuentran a solas le pida ver fotos de los niños. La quieren porque ella transmite lo mismo. Explica que lo aprendió de su padre, médico, que le decía que la mejor medicina era una palabra amable.

Pero Paloma tiene claro “que hay una raya que no se debe saltar”, que los diputados son los representa­ntes de los ciudadanos, y ella es una funcionari­a. Eso y la neutralida­d en el trabajo. “Me da igual del grupo que sean, todos tienen sus votantes”, dice. Todos los diputados son iguales, para ella eso es sagrado y le da igual que lleve traje o rastas, que sea joven o viejo, de derechas o de izquierdas. “Hay que guardar la medida exacta”, subraya.

Habla con pasión de su trabajo: “Adoro esta casa. Es mi casa”, dice en referencia al Congreso. Cuando entra en la Cámara se siente protegida y querida, conoce a todo el mundo y todos la conocen, desde el policía que todos los días, desde hace 36 años, le mira los bajos del coche al funcionari­o recién incorporad­o. Lo corrobora un ya exdiputado que viene a despedirse, Teófilo de Luis, del PP, que la define así: “Una señora, gran profesiona­l, muy considerad­a con todos”.

Tan es su casa que aquí conoció a su segundo marido, también ujier, de la primera promoción, que sigue en activo y seguirá. “Es la persona más buena que conozco”, dice de Alfredo, doce años más joven que ella.

Cuando en noviembre se jubile echará de menos a todos, son también su familia. Se acordará de todos. Si tiene que elegir a un diputado, no duda: Alfonso Guerra, “un caballero, una educación, nada que ver con la imagen que tiene”. Y, a pesar de que el Congreso es su vida, tendrá muchas cosas que hacer. En primer lugar ver más a sus nietos, a los que ya ahora recoge del colegio, los lleva, los trae. Y leer, su pasión. Encima de la mesa tiene un libro de Chufo Llorens, Mar de Fuego. Compartirá más tiempo con Claudia, su segunda nieta, de 14 años, apasionada de la lectura, y con la que disfruta yendo a ver y comprar libros. Podrá hacer muchas cosas, pero en el Congreso todos la echarán de menos.

Tiene un trato cercano con los diputados, pero en privado; a Pablo Iglesias le dijo que no la besara delante de todos

 ?? DANI DUCH ?? Paloma Santamaría dando un último repaso a su chaqueta de uniforme, en la zona de taquillas del Congreso de los Diputados, esta semana
DANI DUCH Paloma Santamaría dando un último repaso a su chaqueta de uniforme, en la zona de taquillas del Congreso de los Diputados, esta semana

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