La Vanguardia

Las pequeñas cosas

- Remei Margarit R. MARGARIT, psicóloga y escritora

Crecí junto a un montón de hermanos y hermanas, en una casa en la que, además de los estudios y los trabajos de cada cual, siempre había mucha tarea para hacer y la teníamos que hacer deprisa y corriendo para llegar a todas partes. El término catalán bitllo-bitllo, que viene a ser un ¡ya!, era como un estribillo que oíamos con frecuencia. Y así aprendimos a estar ocupados a todas horas hasta convertirl­o en una manera de vivir, incorporad­a más tarde en los trabajos que cada cual tuvo fuera de casa.

Y así fueron pasando los años, hasta que un día, en mi caso, mi organismo empezó a quejarse con somatizaci­ones varias, entonces me paré para saber qué me estaba pasando. Pues bien, me di cuenta de que estaba tan ocupada que no tenía tiempo para mí. Y ¿qué quiere decir “tiempo para una misma”? Pues parar y pensar dónde estaba y cómo y por qué, y hacia dónde iba con tanta prisa. Y entonces, en mí, instalé una clase de freno de reflexión sobre lo que estaba haciendo.

Fue así como aprendí a sentir que me perdía las pequeñas cosas de la vida, las cosas que hacen que la vida tenga un sentido, como, por ejemplo, ver una flor que se ha abierto o un pájaro que visita mi balcón, o la luz de la salida del sol, o su atardecer con los colores hacia el rojo, o los compases de una música de alguien que toca un piano, o la sonrisa de un bebé en el cochecito que pasea su abuelo, o los momentos de silencio al anochecer cuando el bullicio de la plaza se desvanece, o también la lectura pausada de un buen libro.

Y con todo ello, mi organismo se tranquiliz­ó. Creo que los humanos no estamos hechos para correr de un lado para otro sin parar. De hecho, encontré este consejo de Marco Aurelio (121-180), que no me cansaré de decir y utilizar: “Piensa, finalmente, en retirarte hacia aquella pequeña región que eres tú mismo y, sobre todo, no te disperses...”. Y tal como van yendo las cosas por esta nuestra civilizaci­ón, este consejo tendría que ser un mantra cotidiano para todos, de la mañana a la noche, de norte a sur, y de oriente a occidente, porque estas sabias palabras implican la calma, la serenidad, la templanza, la prudencia y la fortaleza real.

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