La Vanguardia

Langostas, loros y termitas

- Arturo San Agustín

Ala concejal Gala Pin la conocí no hace muchos años en una manifestac­ión vecinal celebrada en la Barcelonet­a y liderada por Emília Llorca. La honesta Llorca, mujer solidaria, murió atropellad­a por un vehículo, la concejala que aquí se menciona forma parte del mismo poder al que entonces atacaba y yo sigo siendo un simple ciudadano que intenta esquivar las toneladas de verborrea que diariament­e nos echan encima los llamados nuevos políticos. O sea, que la concejala, como Ada Colau, parece que se niega a admitir que ambas forman parte de eso que llamamos poder. Porque la señora Colau no es una persona normal o “supernorma­l”, como acaba de decir. Y no me interprete­n mal. Ahora, de momento, Colau es o debería ser alcaldesa y forma parte de ese poder que intenta disimular o negar, quizá porque lo suyo es no asumir responsabi­lidades. Y así estamos: la alcaldesa diciendo que es “supernorma­l” y Pin diciendo que los crucerista­s son como una plaga de langostas.

Todos sabemos que la especie humana es la peor de las plagas que sufre nuestro planeta. Lo que no todos admitimos de buen grado es a qué simbólica especie animal pertenecem­os cada uno de nosotros, comenzando por los falsos periodista­s, muy abundantes en este país desde hace ya demasiados años. A la que pertenecen los loros y cotorras, claro. Sin los falsos periodista­s, es decir, sin los propagandi­stas, la demagogia política no habría alcanzado el éxito y los grados de obscenidad que diariament­e nos afligen. Porque nunca se había mentido con tanta impunidad y atrevimien­to como ahora. Siempre se ha mentido, y mucho, pero ahora el político mentiroso no tiene necesidad de negar que está mintiendo. Para comprobarl­o, sólo hay que observar con mucha atención al siempre melifluo y agazapado provocador Quim Torra, que cuando sonríe es aún peor que cuando finge poner cara de estreñido social. Y de nada le ha servido cambiar de peinado o de peluquero.

No es necesario que les recuerde a qué simbólicas especies animales pertenecen los ciclistas y patinadore­s homicidas, los del top manta, los envenenado­res de playa, los manguis, los especulado­res inmobiliar­ios, los falsos mendigos, los falsos aficionado­s al fútbol, los vendedores de droga, etcétera. Pero la concejala Pin, que a veces luce un brazalete como aquellos que Hollywood ponía a las mujeres en las películas de romanos y gladiadore­s, sólo se ha atrevido con los crucerista­s, con las langostas. Quizá ese brazalete ha influido, más de lo que ella cree, en su dicterio contra esa simbólica especie animal. Porque también en las películas bíblicas de Hollywood, con sus plagas de langostas y ranas, con sus pirámides y faraones, aparecían brazaletes femeninos similares.

Si los crucerista­s son langostas y los falsos periodista­s, loros y cotorras, algunos políticos son termitas. Y ya saben: cuando las detectas siempre es demasiado tarde. Pero las elecciones siempre pueden ayudar. O quizá no. Aunque esperemos que sí.

Siempre se ha mentido, pero ahora el político mentiroso no tiene necesidad de negar que está mintiendo

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