Cultura culinaria
Nuestra cultura culinaria se ha convertido en un lenguaje global. La heterogeneidad de sus sabores, la suprema calidad de la materia prima así como el talento ilimitado de nuestros chefs han hecho de España el mayor museo gastronómico del mundo. La cocina española ha adquirido la notoriedad que merecía desde hacía tiempo. Su excelencia ha estado siempre bajo la sombra de un cocinado de alta calidad, basado en el recetario tradicional propio de madres y abuelas. Precisamente ahora, el arte culinario de vanguardia no tiene cabida sin esa base puramente tradicionalista que permite conservar la esencia casera de los platos pero sin restringir la entrada a la evolución.
La cocina es en sí misma un sentimiento. Un multisentido que despierta en el momento que las elaboraciones aparecen frente a ti para comenzar un cara a cara de lo más pasional. El plato cobra vida propia, sus texturas se clavan en tu pupila como si quisieran hablarte y la primera ráfaga aromática activa el olfato avisando al cerebro del tsunami culinario que se avecina. Las degustaciones de calidad generan, en primera instancia, cierto respeto. El impacto emocional es tal que la inseguridad se apodera de ti por unos segundos antes de enfrentarte a un plato por el que suspiras sin haberlo probado aún. Al fin y al cabo, la gastronomía es arte. El plato es la obra maestra de la genialidad, y el comensal, el receptor que percibe el alegato creativo de la elaboración.
Hace unos días fui una de las elegidas para formar parte de la mejor experiencia gustativa en Bless Madrid. Un hotel situado en la mítica calle Velázquez cuya decoración y oferta de entretenimiento convertirán este hedonista rincón de la capital en uno de los lugares más in. La ocasión no podría ser más especial: el gran Martín Berasategui nos daba la bienvenida a Etxeko, un novedoso edén culinario en el que el maestro nos conquistó con un menú que homenajeaba sus orígenes y su tierra. La grandeza de Martín reside en su poderosa campechanía. Su llaneza hace de él una persona admirable tanto fuera como dentro de los fogones. Un profesional que quiso enseñarnos con ilusión, unas cocinas al mando de un equipo comprometido y altamente creativo.
El maridaje de este exquisito festín estuvo a cargo de la delicadeza de Marqués de Murrieta. Sus vinos acompañaron una velada en la que pudimos saborear las nuevas añadas de la primera bodega riojana cuya andadura se remonta a 1852. Sin duda, una noche de emoción sensorial con el mejor chef, el mejor vino y la insuperable compañía de Juana Acosta, Alfonso Bassave, la artista Isabel Valdecasa y un reducido grupo de amigos con los que pude brindar por la vida.
El plato es la obra maestra de la genialidad, y el comensal, el receptor que percibe el alegato creativo de la elaboración