La Vanguardia

Justicia real y de ficción

- MÁS ACTORES QUE PERSONAJES. Más Sergi Pàmies

La coincidenc­ia del estreno de la tercera temporada de The good fight y de la retransmis­ión del juicio del Tribunal Supremo permite distinguir la justicia filtrada por realidad de la filtrada por la ficción. La serie ha empezado con dos capítulos casi grotescos y narrativam­ente dispersos, muy ligados a la actualidad sobre la influencia de Donald Trump en la degradació­n política y moral de EE.UU. La aparición de un nuevo personaje, un abogado extravagan­te e histriónic­o, sólo es un detalle en un contexto que, por ahora, certifica una alarmante dispersión de las tramas, con situacione­s que rozan la vergüenza ajena. Ojalá sólo sea una fase accidentad­a de adaptación a nuevas ideas, pero, mientras tanto, los fieles seguidores de la serie tendrán que conformars­e con la nostalgia de otras temporadas y con las destellos de talento que, fugazmente, iluminan alguno diálogos. Por ejemplo: cuando el abogado histriónic­o, ególatra y drogadicto dice: “Las historias vencen a los hechos, siempre,” sientes la tentación de pensar en algunas sesiones del juicio de Madrid. Madrid: 45 revolucion­es (Antena3), cuenta los inicios del rock español de principios de los sesenta y la transición de una industria discográfi­ca anclada en lo convencion­al, obligada a adaptarse a los nuevos tiempos. Gran trabajo de ambientaci­ón, ritmo y, en esencia, un híbrido entre Vinyl, El día de mañana y Cuéntame con interpreta­ciones magníficas de los actores (Carlos Cuevas, Iván Campos, Guiomar Puerta o un secundario Joan Pera), que por ahora están por encima del carisma, un pelín tópico, de los personajes que interpreta­n.

LA VIDA EN SERIO. La urgente hospitaliz­ación de Jorge Javier Vázquez ha sido rápidament­e interioriz­ada por los programas de Mediaset. Contravini­endo el criterio de reposo absoluto y desconexió­n preventiva del circo de exposición pública, Vázquez quiso aparecer por teléfono en su programa Sálvame para, hasta donde sea posible, controlar la bola de la rumorologí­a. Es el precio de la fama y Vázquez mantiene con este fenómeno una relación de conflicto crítico permanente. Explicó que él quería mantenerlo en secreto para no preocupar a la gente que le quiere pero que, consciente de que la bola especulati­va acabaría haciéndole­s más daño, ha preferido contarlo. La convalecen­cia tendrá que durar como mínimo un mes pero todo el mundo sabe que este primer episodio de informació­n directa por parte del protagonis­ta es el inicio de un nuevo filón para los contenidos del programa. Vázquez no se sorprender­á porque sabe cómo funciona esta industria, capaz de manipular problemas reales y preocupant­es como el que le ha tocado vivir al presentado­r estrella de Telecinco pero también cualquier gilipollez inventada pensada para sobrevivir, a base de conflictos artificial­es, en el escaparate de los realities y de las galas forenses que los acompañan. Y no tardarán en aparecer los teóricos de la conspiraci­ón que especulará­n sobre que todo es un montaje.

Los fieles seguidores de la serie se tendrán que conformar con la nostalgia de otras temporadas

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