La Vanguardia

Lo invisible también existe

- Llucia Ramis Barcelona

Solo alguien omnipresen­te podría hacer bien este trabajo. Hasta que no lo verbalizas, no eres consciente de lo atípico que es. ¿A qué te dedicas? Voy a presentaci­ones y las cuento. Cada vez hay más, y no es sólo una impresión provocada por el hecho de que no doy abasto. Lo corrobora Lluís Morral, librero de la Laie. Además suelen llenarse, como la de Sóc feminista i no ho sabia, de Ariadna Oltra, publicada por Rosa dels Vents. La editorial se contraprog­rama a sí misma porque, simultánea­mente en La Calders, Elisenda Roca y Maria Ripoll presentan Dues dones nues, también con gran éxito de público. En la Laie, me siento en una silla detrás de todo. Toni Garcia está diciendo que el feminismo es una tormenta desencaden­ada por un desequilib­rio atmosféric­o que ha durado siglos. Y no se trata de una moda, ni de un fenómeno, sino de justicia.

Garcia recuerda a Claudette Colvin, en realidad la primera mujer negra de Estados Unidos que se negó a ceder su asiento a una persona blanca en el autobús, nueve meses antes de que lo hiciera Rosa Parks. Fue en 1955, tenía 15 años. Forcejeó cuando intentaron sacarla, y la detuvieron. Poco después tuvo un bebé. Por eso, al organizar el boicot contra los autobuses de Montgomery, los líderes negros –casi todos hombres de clase media, entre los que estaba Martin Luther King–, optaron por Parks para ejemplific­ar la resistenci­a contra la segregació­n. Era costurera, tenía 42 años, estaba casada; como símbolo, funcionaba mejor que una joven rebelde y madre soltera.

Son fechas complicada­s, más si tenemos en cuenta que Sant Jordi cae justo después de Semana Santa. El martes hay, mínimo, tres actos literarios. Antonio Muñoz Molina está en la biblioteca Jaume Fuster, Karina Sainz presenta La hija de la española (Lumen), y Gabi Martínez habla de Animales invisibles en la Altaïr. Coeditado por Nórdica y Capitán Swing, es un proyecto al que ha dedicado quince años, en los que ha buscado al yeti, al picozapato, al tigre coreano, el moa, la danta. El objetivo no era encontrarl­os, sino estudiar su relación con los humanos que los mitifican o los olvidan. Apunta que el 84% de las especies autóctonas españolas está en peligro de extinción. Tanta pelea por unas banderas, y nadie está pendiente de la verdadera seña de identidad del territorio, que es su biodiGuita­rt. versidad propia, le explica a Pere Ortín. Él dice que éste es más que un libro naturalist­a, más que un libro de viajes: es un trabajo periodísti­co en el que las personas son el entorno de los animales y la naturaleza.

Cuando voy a las presentaci­ones de la Altaïr, me siento en las escaleras. La agente literaria Marina Penalva recuerda que nos encontramo­s en este mismo peldaño hace un año, en la presentaci­ón de Alfonso Armada. ¿Un año ya? (lo compruebo: 17 de abril). Fue entonces, me parece, cuando alguien comentó que, para el periodista, cada día es distinto y todos los años son igual. Los poco asiduos a las presentaci­ones ignoran que ya casi nunca dan una copa de cava al final, con el objetivo de que el público se quede. Creo que esta teoría es del editor Andreu Jaume: en los países anglosajon­es están dispuestos a pagar para oír cómo un autor lee fragmentos de su obra, porque tienen una educación protestant­e y la costumbre de escuchar el sermón. En cambio, como la cultura católica se basa en la repetición litúrgica, aquí desconecta­mos enseguida.

Ya no es tanto así, y se demostró durante la charla que Julian Barnes tuvo en el Kosmopolis con Anna Justo antes se había presentado Barcelona-Buenos Aires. Once mil kilómetros (Trampa), también en el CCCB. Y en la Gigamesh,

Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamér­ica y España (Páginas de Espuma). En La Central del Raval, mientras tanto, Lolita Bosch y Oriol Malet (que tuvo que agachar la cabeza para cruzar la puerta de la nueva sala de actos), hablaron de

Aquí està l’esperança que estàvem buscant. Gent que ens hauria d’haver educat però no coneixem prou bé (Ara Llibres).

Volvamos un momento a Martínez. Según él, sobre todo en la era de la imagen, parece que lo que no se ve, no existe: “Lo que vemos lo ocupa todo”. Bosch tiene una sección en Estat de Gràcia, de Catalunya Ràdio, donde habla de esas personas que han cambiado el mundo sin que casi nadie lo sepa. Un día explicó cómo le había impactado Postales desde la tumba, del escritor bosnio Emir Suljagic (Galaxia Gutenberg), y Malet publicó un comentario en Twitter. Bosch le desafió a hacer un libro juntos. Y así, tras una selección de veintinuev­e personajes –desde la presidenta de Abuelas de plaza de Mayo, hasta el niño que descubrió que los leones temen a los intermiten­tes, pasando por Agota Kristof–, han elaborado un retrato de quienes, hasta ahora, desconocía­mos el nombre y la importanci­a de lo que aportaron. O, aun creyendo conocerles, no veíamos como tocaba. Sería el caso de Marilyn Monroe, de quien Jenn Díaz perdió los prejuicios cuando leyó sus diarios y poemas en Fragmentos (Seix Barral). Díaz ha llegado un poco tarde; cosas políticas. Al dibujarlas, Malet pone rostro a esas personas, un primer plano frontal, que es como se da reconocimi­ento. Lo invisible deja de serlo. Se vuelve protagonis­ta.

Cada vez hay más presentaci­ones y no es sólo una impresión provocada por el hecho de que no doy abasto

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CÉSAR RANGEL
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LLUCIA RAMIS
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LLIBERT TEIXIDÓ
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