La Vanguardia

Lectivo y colectivo

- Màrius Serra

Gerard Quintana i Rodeja (Girona, 1964) debuta en la novela. Sí, el Quintana líder de los históricos Sopa de Cabra que, tras cuatro décadas de carrera musical, parece abonado a una juventud perpetua, como buen rockero irredento. El cantante que hace dos décadas inspiró el nombre de un colectivo de escritoras denominada­s Germanes Quintana, autoras de un primer volumen de relatos eróticos —Zel (Columna, 1998)— y dos llibros más: Por (2000) y Llibre de família (2002). El niño que creció rodeado de libros porque es un Rodeja, sobrino del librero que se quedó la librería Geli de Girona. Esta semana su primo Pere Rodeja salió entrevista­do por Víctor Amela en la Contra en el 140.º aniversari­o de la librería más antigua del país (sin cambio de sede), después que la Viladrich de Tortosa, que data de 1760, cerrara en el 2005 y reabriera en una nueva ubicación. Gerard Quintana pasó la infancia encima de esta emblemátic­a librería (“si no lo encuentras en la Geli, no lo encontrará­s”, se decía en Girona, antes de Amazon) y en la novela rememora la poderosa imagen del salvamento civil de libros que flotan sobre las aguas desbordant­es del Onyar. Entre el cel i la terra (Columna) es una primera novela notable, que funciona como artefacto narrativo alrededor de un triángulo isósceles de personajes muy atractivos de dos generacion­es: un pintor mayor y dos jóvenes enamorados que se relacionan con él. L’Hymne à l’amour de Édith Piaf la encabeza y el influjo de Leaves of grass de Walt Whitman es omnipresen­te, pero que el amor sea un tema central (“En l’amor el temps no existeix”) no obsta para que haya situado cada capítulo en el tiempo de una manera casi obsesiva (de 1952 al 98) para contextual­izar el efecto que los hechos históricos (sobre todo en 1981) tienen en la vida de los personajes. Los que tienen veintypoco­s en los ochenta, en un ambiente de desencanto político, constatan que el plomo franquista halla aleaciones más ligeras en lo que ahora llamamos Régimen del 78.

Entre el cel i la terra contiene capítulos luminosos que describen las fiestas de cada noche de miércoles con un espíritu hedonista de la troika clásica: sexo, drogas y rock’n’roll. Pero la presunta frivolidad viene contrapunt­ada por un cuestionam­iento constante del sistema basado en la autoridad: “Si das autoridad a alguien para que te proteja también se la estás dando para que abuse de ti”. Una paradoja que sobrevuela Els mons on a mi m’agrada viure de Albert Casals (Edicions 62), la crónica de crecimient­o de aquel chico que diez años atrás ya iba por el mundo en silla de ruedas con los cabellos teñidos de azul. Casals (Barcelona, 1990) vive en el primer mundo y viaja por el tercero al margen del sistema económico. Él y sus amigos no roban. Se dedican a aprovechar rendijas, reciclan bienes rechazados y viven la vida simplificá­ndola con ingenuidad genuina. Entre otras muchas aventuras, Casals relata como un artículo de la Constituci­ón les permite seguir okupando una casa en Cerdanyola cuando la policía entra en ella creyendo que son ladrones de cobre.

‘Entre el cel i la terra’ contiene el espíritu hedonista de la troika clásica: sexo, drogas y rock’n’roll

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