Instagram da el impulso definitivo a sus emprendedores
La compra sin salir de la app anticipa una mejora en la facturación
Más de mil millones de usuarios, más de mil millones de clientes potenciales. Con un mercado gigante por explotar, Instagram impulsa definitivamente las ventas en su plataforma con la función Checkout, desvelada esta semana y que supondrá completar toda la compra sin salir de la aplicación.
Cambia el terreno de juego. Hasta ahora se redirigía a los usuarios a la web de cada empresa, lo que podía hacer que desistieran si algo fallaba o si había que hacer muchos clics para comprar. Con el giro todos ganan: la plataforma ingresará comisiones por las ventas y las empresas no pierden clientes. Aunque arranca con sólo veinte grandes marcas –Zara, Nike o Dior entre ellas– se da por hecho que llegará a todo su ecosistema. Buenas noticias en un mundo plagado de emprendimientos. Desde moda y belleza a comida y complementos para el móvil. Empresas nacidas en y para Instagram que ahora ven la posibilidad de potenciar ventas.
“Todo avance ayuda muchísimo, facilita el negocio”, plantea Míriam Verdú, que fundó Inlovewith, de ropa, en el 2013. Ha ido creciendo junto a la propia red. Al principio vendía alternativas más baratas de la ropa que vestían las influencers, los perfiles más famosos. Pero al cliente le costaba confiar del todo, porque no dejaba de ser algo nuevo y se compraba con transferencias bancarias. Hoy la plataforma está contrastada y sólo depende de saber venderse. El público objetivo es enorme. “¿Quién no tiene hoy un perfil en Instagram?”, plantea. Con perseverancia, el suyo es el mejor ejemplo de cómo hacerlo bien. Ahora tiene diseños propios, dos tiendas en Barcelona, diez empleados y factura más de dos millones al año, el 80% desde Instagram.
La moda y los complementos suelen copar las ideas de negocio que triunfan en Instagram. The-Are, Nelton, Lagaam, María Pascual... Es donde hay que estar. Pero no todo muere ahí. Instamaki, de sushi a domicilio, demuestra que el espectro es amplio. En una red que se ha hartado de colgar fotos de platos de comida, servirla también es negocio. “La gente comparte su estilo de vida. Enseña mucho lo que come... Y no había tantas marcas”, explica Alberto Bonhomme, su cofundador. En el 2016 vieron un nicho que han sabido potenciar hasta unas ventas de 1,8 millones anuales. Casi la mitad de usuarios nuevos los captan en Instagram. “Cuanto más fácil sea comprar, más venderemos”, señala.
Ese éxito lo buscan también las últimas en lanzarse. “Aquí importa mucho el deseo de tener las cosas de inmediato, la compra suele ser por impulso...”, apunta Toni Sagalés, director de operaciones de Muk Barcelona, de fundas de móvil personalizadas. Que sea todo fácil resulta vital: hasta el 90% de sus ingresos vienen de Instagram. Con cinco empleados y apenas tres meses de vida, prevé vender un millar de fundas mensuales y ha cerrado un acuerdo para proveer a Casa Batlló. Tradición y disrupción de la mano...
Los éxitos no esconden que Instagram es una carrera continua. Hay que mantenerse relevante, hacer ruido y llegar al cliente potencial. Además de un perfil atractivo, precios competitivos y buen servicio, se tiene que invertir en publicidad en la propia red o hacer campañas con influencers. La segunda trae debate: “La plataforma es bastante potente por sí sola”, dice Verdú. Sagalés lo ve crucial para crecer, sobre todo en una fase inicial. Bonhomme se desmarca: Instamaki ya es un influencer, dice.
El otro gran desafío es conquistar el negocio internacional. Y es que si la compra viene de fuera, aparece “la barrera del gasto de envío”, señala Sagalés. Hay que buscar un distribuidor fuera o el coste se dispara. Resulta casi paradójico: en una red global, el enfoque local es el que funciona para los emprendedores.
Con Checkout se ataja la desconfianza en el pago de los primeros días o la pérdida de clientes