La Vanguardia

Campeones y fronteras

- Elisenda Vallejo

Las ya difíciles relaciones entre Francia e Italia se han complicado un poco más esta semana con el estallido de un nuevo conflicto, esta vez en el seno del número uno mundial de la óptica, EssilorLux­ottica. Desde la inmigració­n al déficit presupuest­ario, las disputas entre París y Roma en el último año han llegado a provocar la llamada a consultas del embajador francés en la capital italiana. Y ahora, cuando parecía que las aguas volvían a su cauce, un nuevo conflicto entre grupos empresaria­les sale a la luz.

En octubre del 2018 todo eran sonrisas entre el presidente de la francesa Essilor, Hubert Sagnières, y el fundador y presidente de Luxottica, el italiano Leonardo del Vecchio. “Compartimo­s los mismos valores, la misma visión”, subrayaba Sagnières en la presentaci­ón del acuerdo de fusión, con el que se creaba un gigante de 15.000 millones de euros de facturació­n, 140.000 empleados y una capitaliza­ción bursátil de 50.000 millones. Las tensiones emergen ahora, sólo unos meses después, cuando ambos ejecutivos se han explayado a gusto en la prensa acusándose mutuamente de conspirar para tomar el control del grupo.

Nadie dijo que las integracio­nes empresaria­les fueran fáciles, pero el rifirrafe entre Del Vecchio, ahora presidente de EssilorLux­ottica, y Sagnières, vicepresid­ente, ha provocado una caída de

Las tensiones en EssilorLux­ottica, el enésimo conflicto en las relaciones entre socios europeos

las acciones del grupo y amenaza con abrir un nuevo frente de agravios entre Francia e Italia.

Porque no es la primera vez que el entusiasmo por crear un gran grupo transfront­erizo, un campeón europeo, se frena abruptamen­te. El Gobierno francés manifestó claramente su recelo ante el intento de vender los astilleros STX al grupo italiano Fincantier­i, y aunque el Ministerio de Economía asegura ahora que la operación seguirá adelante, el presidente Emmanuel Macron habló de veto a la venta.

Y no sólo de Italia se trata. Sólo hace unas semanas, el Gobierno holandés sublevó a los franceses con la compra sin previo aviso de una participac­ión en el capital del grupo Air France-KLM para igualar la que está en manos del Ejecutivo de París. Los holandeses justificar­on la operación señalando que buscan una mejor gestión de la aerolínea. Pero a nadie escapa que su intención real es la de defender las operacione­s y los puestos de trabajo en los Países Bajos, lo que augura también futuras tensiones con el Gobierno francés.

Son movimiento­s que parecen contradict­orios con el entusiasmo francés (y alemán) por la fusión Alstom-Siemens, cuyo bloqueo por parte de la Comisión Europea desató la furia de ambos gobiernos, deseosos de crear un gigante de los ferrocarri­les capaz de enfrentars­e a la competenci­a que viene de China. Habrá que ver cómo acaba el asunto, pero el interés por esos campeones europeos de la industria se ha acabado ya muchas veces nada más llegar a la frontera nacional.

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