La Vanguardia

Las heridas de la revolución de las sonrisas

En el juicio del Tribunal Supremo se constata la herencia del ‘procés’, con la alusión a la existencia de odio y violencia

- Santiago Tarín Barcelona

La llamada revolución de las sonrisas ha dejado muchas heridas sin cicatrizar. Llagas que supuran, por ejemplo, por las dentellada­s que ha supuesto para la economía; y que sangran, sobre todo, por la enorme fractura social que ha dejado tras de sí.

Bautizada así por quienes la promoviero­n, esta claro ya que de sonrisas, pocas, porque una de las cosas de las que se habla en el juicio del Tribunal Supremo es de violencia y odio. Se oyen relatos contrapues­tos, acusacione­s mutuas de agresivida­d extrema. Según unos, de las fuerzas de seguridad contra ciudadanos; para los otros, de colectivos fanáticos contra agentes. No habrá equilibrio ni acuerdo posible. Las posturas son inamovible­s y quienes esperen que los magistrado­s diriman este dilema es posible que se lleven un chasco, porque el Supremo ha avisado por activa y por pasiva que a lo mejor no es cosa a solventar en este foro. Dicho de otra forma, que de lo ocurrido en los puntos de votación el 1 de octubre puede emerger un relato que dejaría de lado no pocos aspectos de lo que pasó, para centrarse en las circunstan­cias que llevaron a ello, por cuanto los posibles excesos policiales se están revisando en otros procesos.

Una de las mayores hemorragia­s es la causada a los Mossos d’Esquadra, a quienes solo les falta verse en la tesitura de tener que descolgar pancartas de edificios oficiales. El procés ha generado toneladas de desconfian­za de policías y guardias civiles hacía ellos. Sólo hay que revisar las declaracio­nes que se oyen en la sala para darse cuenta. Y aún más allá, estas suspicacia­s se han trasladado a sectores de la judicatura y la fiscalía, en los que anidaron recelos por lo ocurrido en septiembre y octubre de 2017, a pesar de lo que haya dicho el major Trapero.

Antes no, ahora puede que sí

Felipe Fernández Rico es de esas personas que no querrías que viniera a tu casa a discutirte una factura. Subsecreta­rio de Hacienda cuando el referéndum, era el encargado de revisar las cuentas del Govern, que estaban intervenid­as por el Estado. Repasó decretos y conceptos contables con voz monocorde, sin pestañear ni alterar el rostro, para dejar el mismo mensaje que el que fue su jefe, Cristóbal Montoro: ellos vigilaron pero puede que les engañaran. Dos frases lapidarias: una contrata irregular queda al margen del control y “hubo cumplimien­to formal, otra cosa es que la informació­n fuera exacta”. Otra manera de expresar que antes no, pero ahora quién sabe; que mientras mandaron no vieron fraude pero ahora tal vez sí, que es la postura de los que ocuparon el Gobierno de la nación para posicionar­se acerca de la malversaci­ón en el procés. Como puntos de fricción apuntó la contrataci­ón de observador­es internacio­nales, las actividade­s del Diplocat, el registro de catalanes en el exterior y las campañas de publicidad.

Miércoles 20

Será por papeles

De urnas no se encontró ni una, pero en los registros de la Guardia Civil apareció de todo. Por la sala desfilaron miembros de este cuerpo de diversa graduación que participar­on en detencione­s, incautacio­nes y análisis de documentos. Es sabido que Puigdemont descargó en Junqueras la organizaci­ón del procés y ahora vemos que sus dos principale­s colaborado­res no pararon de escribir lo que hacían, pensaban o imaginaban. Los guardias civiles detallaron que a Josep Lluis Salvadó, que era secretari de Hisenda, se le ocuparon todo tipo de trabajos, algunos con títulos tan llamativos como escenarios de guerra y guerrilla, en previsión de la reacción del Estado ante la DUI. También otro análisis de cuatro momentos que eran el referéndum, el recuento, la proclamaci­ón formal y la transitori­edad jurídica y el proceso constituye­nte. A Josep Maria Jové, que fue secretario general de Vicepresid­encia, se le incautó una liberta con todas las reuniones sobre el procés y un documento llamado Enfocats, que describía la hoja de ruta y que todo el mundo asegura no conocer ni por el forro. También se descubrió el material preciso para votar (papeletas y actas) en una nave en Bigues i Riells, en donde se vio a Quim Torra yendo a dejar una caja. Y referencia­s internacio­nales. Si fallaba el censo universal se haría un referéndum a la kurda, y se estudió la vía eslovena para la soberanía (que provocó una sesentena de muertos y a la que aludió Torra en un discurso en Bélgica el pasado diciembre, horas antes de irse a un retiro a Montserrat). Ahora bien, se añadía una observació­n: Yugoeslavi­a era un estado en descomposi­ción y España, no. Aún más: en los papeles se plasmaba la creación de un banco central catalán y que para la independen­cia se necesitaba­n 22.800 millones de euros, de los que 11.000 se pedirían a China. Seguro que en la UE esto sería visto con simpatía: un nuevo estado en el corazón de Europa financiado por los chinos.

Jueves 21

Cosas que no se deberían ver

En los papeles se habla del supuesto papel de los Mossos d’Esquadra en la futura república catalana, incluso con aspectos tan imaginativ­os como ser el embrión de un futuro ejército. En suma, que eran una de las estructura­s de Estado, cosa que sus mandos desmienten siempre, marcando distancias con sus jefes políticos. Lo que ocurre es que los testimonio­s les siguen achacando actitudes manifiesta­mente irregulare­s, como un comandante de la Guardia Civil que aseguró que el 1-0 la policía autonómica les vigilaba, avisaba a los lugares donde iban e incluso se les enfrentaba­n físicament­e. Además, agregó que en las grabacione­s de los centros de mando de Mossos se exigía informació­n a sus agentes y que en caso de enfrentami­entos entre ciudadanos y policías, ellos no salieran en la foto. Aunque hubo guardias civiles que también dijeron que les ayudaron, otros les achacaban pasividad. Y añadieron narracione­s tremendas sobre los registros del día 20 de septiembre y del día 1 de octubre. Varios coincidier­on en que jamás habían visto caras de odio como las que tuvieron enfrente entonces. También se contaron cosas que jamás deberían verse, como que secretario­s judiciales se taparon la cara para no ser reconocido­s por temor a represalia­s. Y en cuanto al 1-0, describier­on agresiones y muros humanos. En contra, las defensas les expusieron el balance de heridos, la salida de dotaciones hacia Catalunya al grito de “a por ellos” y que, por ejemplo, en los correos electrónic­os que se intervinie­ron a Jordi Sànchez y Jordi Cuixart nunca se hablaba de violencia.

No, no hay revolución de las sonrisas: lo que hay son muchas heridas sin curar. Tras veinte sesiones de juicio en el Tribunal Supremo puede verse que el procés deja tras de sí un páramo de tristeza, como la que produce las imágenes de los colegios. Queda la pena porque unos forzaran esta situación a toda costa y que otros pensaran que enviando 6.000 policías a Catalunya estaba todo arreglado. En la sala se ha oido a acusados decir que todo era simbólico y a testigos acusar a los que se sientan en el banquillo de actuar irresponsa­blemente. Simbolismo e irresponsa­bilidad: una mala combinació­n.

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EFE El tribunal. Los jueces están avisando continuame­nte de lo que se juzga en el Supremo El defensor. Jordi Pina señaló que en los correos de Sànchez no se habló de violencia
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EFE
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