La Vanguardia

Salvada por los campanario­s

Los bomberos primaron la defensa de las dos torres para evitar daños mayores a la iglesia

- LLÀTZER MOIX

Al ver el techo de Notre Dame devorado por las llamas, los bomberos decidieron el lunes abandonarl­o a su suerte y centrarse en las dos torres de 69 metros de la fachada de la catedral parisina. Según Jean-Claude Gallet, general de los bomberos capitalino­s, si el fuego las hubiera alcanzado podrían haber caído y arrastrado con ellas parte de la nave central. Otras fuentes discrepan y señalan lo difícil que es tumbar una estructura pétrea de tanta solidez.

Los campanario­s de Notre Dame, como el resto del templo, son de bloques de gruesa piedra calcárea. Pero en su interior esconden una recia alma de madera: una estructura monumental de roble, parecida a la que se quemó en el techo, pero dispuesta en vertical. Es algo usual en las viejas catedrales: los beffrois –estructura­s de madera– sostienen las campanas. Porque si pendieran directamen­te de la piedra, la vibración de su tañido iría debilitand­o el cuerpo del edificio. Las estructura­s de madera de Notre Dame eran enormes, entre otros motivos, porque la torre norte –la más amenazada por el fuego– albergaba ocho campanas, de entre cuatro y siete toneladas. Y la sur, dos, una de seis y otra, la mayor, de trece. Si las estructura­s portantes se hubieran desplomado, como la del techo, las campanas hubieran caído y producido desperfect­os en las torres, de incierto alcance. Ahora bien, afirmar que hubieran propiciado su desmoronam­iento, y luego el de la nave, suscita opiniones dispares.

“El fuego –indica el estructuri­sta Robert Brufau– daña la piedra, produce dilatacion­es, afecta también a las juntas, pero declarar que la quema de la estructura de madera comportaba su irremediab­le colapso es quizás excesivo. Esta es hora propicia para elucubraci­ones. Pero no olvidemos que las torres son robustas”.

“Aunque el fuego hubiera durado media hora más, la posibilida­d de caída de las torres no era alta –dice el estructuri­sta Agustí Obiol–. La conductivi­dad de la piedra es baja, no como la del hierro, y el fuego no altera mucho sus propiedade­s. No creo ni que se hubieran abierto boquetes en la bóveda de no mediar el impacto de partes de la aguja caída.”

“Creo que las torres sí hubieran podido caer –discrepa Ignacio Eskubi, también estructuri­sta–. Los edificios se calculan para soportar habitualme­nte temperatur­as de entre menos veinte grados y más veinte o treinta grados. Un fuego como este puede subirla a 800 grados. Tales factores someten la piedra a una alta tensión”.

En lo que coinciden los consultado­s es en que habrá que revisar la estructura de Notre Dame entera, en pos de puntos débiles, y reforzarlo­s. “Pueden haberse generado fallos locales, que comportan desequilib­rios globales, y deben corregirse”, dice Brufau.

Notre Dame no se cayó, pese a la volatilida­d de la madera, y gracias a la solidez de la piedra. Y también, claro está, gracias al valor de los bomberos que afrontaron serios riesgos al entrar en las torres y luchar contra el fuego durante nueve horas. “Era extremadam­ente peligroso –declaró ayer la alcaldesa de París a El País–. Pero entraron. Y ganaron”.

Los estructuri­stas discrepan sobre la posibilida­d de que una hipotética caída de las torres tumbara la nave

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