Disidentes del IRA provocan la muerte de una periodista
La reportera fue víctima de balas dirigidas hacia la policía
Hace veintiún años los acuerdos del Viernes Santo abrieron las puertas de la paz, la prosperidad y la normalidad a Irlanda del Norte. Pero esta Semana Santa el proceso ha sido a la inversa, demostrando lo frágiles que son las conquistas de hace dos décadas. En medio de la confusión provocada por el Brexit y la suspensión desde hace más de dos años del gobierno autónomo de la provincia, los disidentes republicanos se sienten lo suficientemente fuertes como para volver a las andadas.
Llevaban tiempo cogiendo impulso, de una manera rudimentaria, colocando bombas que no estallaban y enviando cartas con explosivos muy primarios. Pero la cosa adquirió una dimensión diferente en la madrugada del viernes, en el transcurso de unos importantes disturbios en Derry, cuando un encapuchado disparó en dirección a la policía, pero el impacto de las balas causó heridas mortales a la periodista de investigación Lyra McKee, de 29 años.
El suceso ha unido por una vez a todos los principales partidos políticos de Irlanda del Norte, desde el Sinn Féin (antiguo brazo político del IRA) hasta los unionistas radicales del DUP (socios informales de coalición de Theresa May), que han emitido un comunicado conjunto condenando de manera inequívoca el asesinato de la reportera. A ellos se ha sumado la policía con un llamamiento a la paz en memoria de la víctima, en un momento peligroso para la estabilidad de la región. Su compañera dijo que “por lo menos su muerte no debe ser en vano”.
El Nuevo IRA está compuesto por unos cuantos centenares de disidentes republicanos, una mezcla de veteranos desencantados con el proceso de paz y la sustitución de la dinamita por las urnas, y de jóvenes que en muchos casos ni siquiera habían nacido cuando se firmaron en 1998 los acuerdos del Viernes Santo. Forman parte de esa tradición irlandesa que considera traidores a todos los líderes que han negociado con los gobiernos británicos, ya fueran Michael Collins y Eamon de Valera en la guerra de independencia o más recientemente Gerry Adams. Para ellos, el único objetivo es la reunificación de la isla, y la única manera de lograrlo es la violencia.
A pesar de que los servicios de inteligencia y la policía los tienen en su inmensa mayoría fichados y bajo control, los considera capaces de perpetrar atentados y operaciones desestabilizadoras, y las autoridades habían recibido soplos de que preparaban acciones esta Semana Santa en Derry, la segunda ciudad del Ulster y escenario del domingo sangriento de 1972, cuando el ejército disparó sobre una manifestación católica por los derechos civiles, causando la muerte de catorce personas. La noche del jueves, dispositivos policiales entraron en el reducto republicano de Creggan para realizar registros en las casas en busca de explosivos, y la situación desembocó rápidamente en un enfrentamiento entre los vecinos y las fuerzas del Estado. Lyra McKee acudió a ver qué pasaba, aunque su campo de especialización era la discriminación contra los homosexuales y estaba escribiendo un libro sobre sus experiencias en una sociedad tan tribal como la norirlandesa.
La muerte de la periodista fue la culminación de una noche de violencia en Derry como en los viejos tiempos, cuando 3.600 personas perdieron la vida durante los troubles. Los disidentes republicanos, en su enfrentamiento con la policía, quemaron dos vehículos, lanzaron medio centenar de cócteles Molotov, antes de que el encapuchado sacara su pistola y empezara a disparar. El Servicio Policial de Irlanda del Norte asegura tener a “varios sospechosos” en lo que califica de “incidente terrorista”.
Saoradh, un partido extremadamente minoritario y que actúa como brazo político del Nuevo IRA, emitió un comunicado descargando la responsabilidad de la muerte de McKee sobre la policía y “el imperialismo británico”. “Un voluntario republicano –señala el texto– intentó defender al pueblo y la comunidad del barrio de Creggan de los ataques de las fuerzas invasoras de la corona, y trágicamente murió una periodista”. Pero aunque la reportera no fuera el objetivo sino una víctima accidental, los gobiernos de Londres y Dublín han condenado la acción: “No podemos permitir que aquellos que atizan la violencia, el miedo y el odio nos arrastren de nuevo hacia un pasado que deseamos olvidar”, señaló el taoiseach irlandés, Leo Varadkar.
El suceso culminó una batalla campal entre la policía y los vecinos del bastión republicano de Creggan, en Derry