La Vanguardia

El tiempo de la libertad

- Gabriel Magalhães G. MAGALHÃES, escritor portugués

En Occidente, seguimos contando el tiempo a partir de la fecha del nacimiento de un nazareno llamado Jesús. Un judío realmente especial, que dio origen a las varias corrientes cristianas. La pregunta del millón es: ¿por qué lo seguimos haciendo en esta era de laicismo oficial? Con las ganas que tienen ciertos políticos europeos de aparecer en los escaparate­s digitales, sorprende que a ninguno se le haya ocurrido proponer una nueva forma de contar los años y los siglos, más acorde con el ambiente de esta época. Como es sabido, esto ya lo intentaron los mandamases de la fase más cruda de la Revolución Francesa, pero después los nuevos calendario­s, bastante líricos, naufragaro­n. Y la gran rebelión gala sigue ocurriendo para nosotros en el año 1789 después de Cristo.

¿Por qué? En realidad, en la figura de Jesús se personific­an, aún hoy en día, la mayoría de los ideales de la civilizaci­ón occidental. La libertad, en primer lugar. Una libertad absoluta, que nos da el derecho de decir sí o no a Dios, de ser señores feudales de nuestra biografía, totalmente responsabl­es de nuestro destino. Algo que otras civilizaci­ones no conceden a sus miembros, obligados a encajar en la máquina social como una pieza, un metal humano que cumple su tarea. Para Jesús, cada uno de nosotros es el rey sol de su propia vida.

Después está el tema del amor, la obligación insobornab­le de la solidarida­d, que ha generado todos nuestros sistemas de apoyo mutuo tan avanzados. Cada hombre, director de su vida, forma parte de la humanidad, que también es responsabi­lidad suya. La miseria del otro, después de Jesús, constituye un escándalo, algo que se tiene que solucionar. Este resquemor de conciencia que los occidental­es sentimos ante las injusticia­s, ante los humillados y ofendidos, proviene de lo que Jesús dijo, aunque ya no lo sepamos.

Además, el hombre de Nazaret nos transformó en viajantes de los panoramas del absoluto. La vida es, para él, una peregrinac­ión, un itinerario en el que hay que buscar el horizonte mayor donde nuestras capacidade­s encontrará­n su exacto reflejo. Con el cristianis­mo, las sociedades occidental­es

explotaron rumbo a nuevos mundos, sea en el campo del conocimien­to, sea, también, en el terreno del desarrollo. Todos estamos obligados a buscar, a mejorar, a progresar: cada uno de nosotros debe cumplir la aventura única de su biografía.

Jesús no fue un moralista. No quiso ser líder político. Prefería el contacto con los pobres, los miserables, los pecadores oficiales. Trató a las mujeres con un respeto total, y esa fue una más de sus innovacion­es. El estatuto que la mujer ha alcanzado en nuestras sociedades occidental­es ya estaba implícito en el talante abierto e igualitari­o que Jesús adoptó al dialogar con ellas. No nos quiso engañar y nos explicó que el dolor, que él llamaba “la cruz”, forma parte de nuestra existencia, asegurándo­nos, no obstante, que el sufrimient­o jamás destruirá nuestra vida. Y para demostrarl­o realizó algo que unos admiten y otros no: murió, crucificad­o por los poderes de este mundo, y resucitó. El que crea en esa resurrecci­ón descubrirá una libertad intensa, absoluta, que siempre lo acompañará.

Europa y Occidente son en la actualidad culturas cristianas sin cristianis­mo. Siguen la senda de Jesús sin darse cuenta de ello. En Semana Santa, disfrutan de una libertad, de un derecho al reposo, que también Jesús les dio, al liberar el sábado judío de sus cadenas religiosas. Ese día de respiro totalmente libre es el origen de todas nuestras vacaciones. De forma que el turista de Semana Santa, sin querer saber para nada de cosas religiosas, disfruta de un bien cuyo origen es, al fin y al cabo, espiritual. Y así nos pasa con otras cosas. Por ello, a la hora de contar años y siglos, tiene sentido que mantengamo­s como inicio la fecha en que nació este judío misterioso, alguien que nos enseñó que la dignidad del ser humano es divina. De ahí nacen también nuestros célebres derechos humanos, no tan importante­s para otras culturas.

Abril es en Portugal el mes de la libertad. La revolución que explica nuestra contempora­neidad libre y democrátic­a ocurrió el 25 de abril de 1974. Abril también será, este año, un mes muy importante para las libertades en España. Hay quien apuesta por cercenar los derechos de los ciudadanos. Por regresar al pasado. ¿Por qué sentimos que la libertad peligra en tantos países de Europa? En parte, porque se nos va olvidando quién fue, qué hizo y qué enseñó este personaje maravillos­o, Jesús. Él es la raíz primera de todas nuestras libertades. Y quizá lo peor que podemos hacer es olvidarnos de Jesús militando en un cierto fundamenta­lismo religioso. Algo que está pasando en algunos países de Europa. Un error que ya sucedió en el pasado, y que no se debe repetir. En fin, estamos aún y seguiremos estando en este tiempo de la libertad y del amor (si lo prefieren, de la solidarida­d) que Cristo inauguró. Pensar en Jesús no es retroceder, sino un modo de no perder el rumbo.

En la figura de Jesús se personific­an, aún hoy en día, la mayoría de los ideales de la civilizaci­ón occidental

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain