La Vanguardia

Queda una semana

- Jordi Évole

Menos banderas pero cada vez más grandes. Cada uno tiene su baremo para tomarle el pulso a la salud del independen­tismo. El mío son las banderas estelades que ondean en un camping de la Catalunya de comarcas. Paso por allí cuando llega la Semana Santa y me fijo en eso. Los campistas que se instalan largas temporadas tienen por costumbre adornar sus parcelas. Desde enanos de jardín hasta lámparas hechas con garrafas de agua vacías y puestas del revés, pasando por cortinas elaboradas con tiras de cápsulas de Nespresso recicladas. En los últimos años, a toda esa decoración se ha sumado el mástil con la bandera ondeando. En la apoteosis indepe previa al 1-O, las estelades eran muchas y casi todas del mismo tamaño. Este año, el número era sensibleme­nte menor pero la talla había pasado de la M a la XXL. Conclusión: el independen­tismo pasa por una etapa menos exhibicion­ista, pero el que quiere exhibirse intenta demostrar que la tiene más grande.

Hay muchos de esos pueblos de la Catalunya de comarcas que acompañan el cartel de bienvenida con el letrero “Municipi de la República Catalana”. Debe de ser por eso que (al menos en el pueblo que yo he visitado) no había ni rastro de la campaña electoral española. Ni una pancarta, ni una lona, ni un cartel. Nada de nada. Ya sé que ahora la campaña se libra en las redes, en el WhatsApp y no en el espacio que reservan los ayuntamien­tos para la propaganda. Pero me sorprendió que ninguna formación política se hubiese animado a colgar un triste cartel. Era como si allí no fuesen a celebrarse elecciones, si bien eso no disgustarí­a a los campistas de la bandera XXL.

Aparte del caso particular de este pueblo,

en general no detecto la movilizaci­ón de la que hablan las encuestas. A ver si tanto sondeo que da por hecho que las derechas no suman le está haciendo un favor a la desmoviliz­ación del voto. Entre las encuestas triunfalis­tas, la Semana Santa, una campaña electoral horrible, Euskadi convertido otra vez en campo de batalla, o los debates sobre los debates electorale­s aceptados por todos hasta que la Junta Electoral Central dice que no, el espectácul­o está siendo tristísimo. Y mientras, la ultraderec­ha mojando pan en todas las salsas. Encima la JEC le ha puesto en bandeja el victimismo: “Es que no me invitan a los debates, qué injusticia”, mientras internamen­te lo celebran. Que no se preocupen: sólo he visto el debate a seis del martes en TVE, y si no estaba Vox presente, ya estaba Cayetana Álvarez de Toledo, abducida como la niña de El exorcista, para decir lo que hubiese dicho cualquier candidato de Vox.

Uno de los momentos de esta campaña será el instante en el que Álvarez de Toledo preguntó al resto de las mujeres presentes en el debate si ellas decían “hasta el final sí, sí, sí…” con el único objetivo de caricaturi­zar el feminismo tal como lo hace

A ver si tanto sondeo que da por hecho que las derechas no suman le está haciendo un favor a la desmoviliz­ación del voto

Vox. Un discurso meditado estratégic­amente para no perder el puñado (o los puñados) de votos que le están robando los que hasta no hace tanto eran sus compañeros de partido, que deben de pensar que si el PP hubiese tenido siempre el discurso de Álvarez de Toledo no hubiese hecho falta fundar Vox. Es sorprenden­te que alguien que apela tanto a la unidad de la patria provoque tanta división. Sobre la reaznariza­ción del PP, un analista político me dijo: “Álvarez de Toledo es el mejor fichaje que ha hecho Casado, tanto, que será su principal problema interno después de las elecciones. La que le hará sombra para liderar el partido”.

La semana que viene votamos. Y no paro de darle vueltas a una idea. Yo era de los que estaban convencido­s de que Trump no podía ganar en Estados Unidos, y ganó. Estaba convencido de que los británicos dirían que no al Brexit, y dijeron que sí. Estaba convencido de que Salvini nunca sería ministro del Interior italiano, y lo es. ¿De verdad podemos estar convencido­s de que en España la extrema derecha no va a entrar en el futuro gobierno español? Sólo una gran movilizaci­ón lo impedirá. Queda una semana. No la malgastemo­s.

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MARTÍN TOGNOLA
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