La Vanguardia

“En el siglo XVII, una república de las letras unificaba Europa”

Marc Fumaroli, erudito y miembro de la Academia Francesa

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Las máximas de Baltasar Gracián no han perdido vigencia. Son todavía una valiosa guía de conducta para afrontar la vida. Marc Fumaroli (Marsella, 1932), experto en la literatura del siglo XVII, gran erudito y miembro de la Academia Francesa, acaba de publicar en castellano La extraordin­aria difusión del arte de la prudencia en Europa (Acantilado), sobre el impacto que tuvo el jesuita aragonés con su Oráculo manual y arte de la prudencia (1647). Delicado de salud, pero muy lúcido, Fumaroli reflexionó para este diario sobre Gracián, los jesuitas, la situación política y las nuevas tecnología­s.

¿Qué pensaría Gracián, el gran moralista jesuita, si viera

que un jesuita es hoy el Papa?

No estoy seguro de que el Papa actual sea un jesuita en el sentido tradiciona­l. Es un jesuita de Sudamérica y vivió la crisis de la teología de la liberación. Los jesuitas hicieron avanzar el diálogo con el mundo laico, con la filosofía, con las necesidade­s del momento. Lo que me interesa de los jesuitas es que toman partido por el progreso humano y por la confianza en la naturaleza humana, vinculada a la gracia divina.

También el presidente Macron fue educado por los jesuitas. ¿Lo nota?

Sí, por supuesto. Es muy brillante. Ha sido una gran suerte para Francia que apareciera este hombre joven, que nadie conocía y que en muy poco tiempo conquistó una mayoría de electores y la presidenci­a de la República. Está rodeado de enemigos, de envidiosos, de obsesos por el desorden, pero exhibe mucha elegancia y diría también que de mucho coraje. Espero que tenga éxito.

Su esposa es profesora de Letras.

No es una mala formación. Hoy todos se ocupan de la inteligenc­ia artificial, como si estuvieran cansados de la inteligenc­ia humana. Hablan de crear prótesis para reemplazar los dones de la naturaleza. Hay prótesis para el oído, para el hígado, para todo. Al final desaparece­remos para dejar que las prótesis nos represente­n.

¿Por qué el libro de Gracián tuvo ese éxito universal, primero en Europa, luego en Estados Unidos? ¿Existía la necesidad

GRACIÁN, EL MORALISTA JESUITA “Lo que me interesa de los jesuitas es que toman partido por el progreso humano”

DEL PRESIDENTE

“Ha sido una gran suerte para Francia que apareciera Macron; espero que tenga éxito”

de esa sabiduría, de esa prudencia?

Creo que se debe al hecho de que los jesuitas comprendie­ron que la moral, el buen humor y hasta el éxito en un ámbito que no es clerical, eclesiásti­co o monástico necesitan leyes para aprender a navegar en ese mundo agitado, de vicios perversos, para seguir siendo uno mismo, digno de uno mismo, sin dejar pasar sus oportunida­des de triunfar y defendiend­o los propios principios.

Usted dice que, en Inglaterra, el libro de Gracián fue considerad­o la guía del perfecto gentleman.

Sí, es el mismo principio, salvo que el gentleman inglés no es el mismo que el francés o español. Hay que saber que, con Don Quijote, el gentleman español, según Gracián, hizo mucho por la alta cultura española. Siempre estuve fascinado por la elegancia, la severidad elegante del arte español en su cumbre, de Velázquez, Cervantes, Gracián. Hay que ponerlos juntos para celebrar el gran siglo español.

En su libro está muy presente Europa. ¿Qué piensa de la actual situación?

No soy politólogo, pero constato que en el siglo XVII se hacía la guerra en Europa, por ejemplo entre Francia y España, y al mismo tiempo una república de las letras unificaba a Europa, gracias a las traduccion­es, los viajes, la correspond­encia. Escribí un libro sobre ese fenómeno de yuxtaposic­ión de naciones extremadam­ente vinculadas entre ellas, con un diálogo general creador, inventivo y, para quienes participab­an, extraordin­ariamente reconforta­nte.

¿Ve algo parecido hoy?

Ciertament­e hay algo parecido. Es la marca de Europa. El imperio romano aprendió de Grecia, se hizo plural. Aún hoy tenemos un diálogo entre historiado­res, artistas, músicos que circulan por las capitales europeas. Están, además, nuestras antiguas colonias. Emerge una gran diversidad.

¿Cuál es el desafío mayor de Francia?

Restablece­r su solvencia financiera y volver a aprender a gobernar. Creo que, en el caso de Macron, no es plenamente consciente de esos dos retos, la situación financiera y la autoridad, cada vez menos respetada, del gobierno soberano.

¿Sigue la crisis de los chalecos amarillos?

Sí, claro, y tengo la impresión de que no es un fenómeno tan importante.

¿Por qué?

Porque políticame­nte no existe. Sólo existe en la calle. Francament­e, eso de que Francia sea gobernada bajo la amenaza de la calle sólo se ve en los países musulmanes. Aquí no son los musulmanes los que desfilan, sino gente de provincias que se siente más o menos olvidada, lo cual no es ver

dad. El Estado francés es uno de los más generosos que se pueda imaginar. El sistema sanitario es extraordin­ario, aunque al mismo tiempo arruina el país. Algún día habrá que pagar esta especie de utopía de la sanidad que el Estado francés ha creado. Hay muchos otros aspectos de esa generosida­d. Una proporción importante de gente trabaja directamen­te para el Estado.

¿No ve, pues, justificad­a esa revuelta de la calle?

No demasiado, menos aún que se haga ceder al Gobierno. Creo que Macron cedió demasiado al principio.

Ha mencionado a los musulmanes. ¿Le preocupa la coexistenc­ia con la comunidad musulmana?

Es difícil. Fue un gran error suprimir el servicio militar, porque era un excelente instrument­o para la mezcla entre los jóvenes musulmanes y los jóvenes laicos, católicos, protestant­es. Fue Chirac quien lo suprimió.

Usted es un hombre de letras. ¿Cuál es su relación con las nuevas tecnología­s? ¿Qué piensa de las redes sociales?

Las redes sociales son un peligro terrible porque permiten realizar crímenes, divulgar imágenes que marcan los espíritus. Hay que ser muy prudentes y se necesita que los Estados vigilen de manera muy atenta a esas compañías mundiales que no son responsabl­es ante nadie. Pero la sustitució­n de la página impresa por el ordenador no me parece una ninguna tragedia. El ordenador hace un gran uso del lenguaje escrito, es un triunfo de la escritura.

¿Usted lo usa?

Sí, mucho. Sólo escribo con ordenador. Pero no utilizo Facebook ni nada similar, esa especie de exhibición de lo más precioso de nosotros para dialogar con decenas de miles de personas. Eso me parece muy peligroso, sobre todo para la educación de los jóvenes.

Como miembro de la Academia Francesa, ¿cómo juzga el estado de la lengua francesa en el mundo? ¿Es optimista?

¿Por qué debería ser pesimista? La lengua francesa es hablada por 500 millones de personas, en todas las ex colonias, Canadá, el África negra. En la Academia tenemos cinco representa­ntes de la francofoní­a. Pero España no tiene nada que envidiarno­s. Gracias a Sudamérica, vuestra literatura se ha hecho casi mundial. No nos defendemos mal. Junto al inglés y el español, somos lo más universal.

“Algún día habrá que pagar la utopía de la sanidad que el Estado francés ha creado” “El ordenador hace un gran uso del lenguaje escrito, es un triunfo de la escritura”

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THOMAS COEX / AFP Reflexione­s. Fumaroli, posando hace unos años frente al College de France, publica un libro sobre el impacto que tuvo el jesuita aragonés Baltasar Gracián en el siglo XVII (imagen de la derecha). Delicado de salud, pero muy lúcido, reflexiona sobre los jesuitas, la situación política y las tecnología­s
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WIKIPEDIA

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