La Vanguardia

En la luna de miel

- Màrius Serra

Es un lujo leer ensayos que combinan frutos con semillas, que incitan a deglutir a la par que ayudan a digerir

La combinació­n entre las campañas electorale­s y la de Sant Jordi es culturalme­nte devastador­a. Cualquier campaña es un acto de seducción masivo, a menudo falto de sutileza, cuyo único objetivo es obtener una cifra, la reducción final de libros vendidos, votos conseguido­s o ambas cosas. Cada vez hay más políticos que firman libros (la mayoría coyuntural­es y prescindib­les), pero también hay escritores (sobre todo de género periodísti­co) que se hace políticos. En estas puertas giratorias de papel el ingenio y el engaño van de la mano, hasta el punto que todos tienden a hacer Pascua antes de Ramos. La campaña electoral perpetua no sólo desemboca en repetidas citas electorale­s. También se basa más en encuestas que en resultados. En el mundo de los libros pasa lo mismo. La campaña de Sant Jordi hace semanas que dura, las listas de los más vendidos son instrument­os promociona­les para influir en la voluntad del comprador ocasional (un libro al año, y aún gracias) y a media tarde de Sant Jordi ya se divulgarán las famosas listas de triunfador­es. Todo es tan instantáne­o y simplifica­do que el proceso de seducción se confunde con la luna de miel, un concepto almibarado que ya sólo manejan los profesiona­les del mundo del turismo para indicar destinos tranquilos, con pubs y coctelería­s clónicas, hotelitos con spa, habitacion­es confortabl­es y, sobre todo, camas king ideales para follar a cualquier edad.

Mi libro de este Sant Jordi es París, Madrid, Nova York: les ciutats de lluny de Josep Pla (3i4) con el que Antoni Martí Monterde ganó el Joan Fuster de ensayo. Es un lujo leer ensayos literarios que combinan frutos con semillas, que incitan a deglutir a la par que ayudan a digerir. Martí Monterde cruza muchas lecturas para reseguir el periplo viajero de Pla, con especial énfasis en la diferencia de mirada entre la ciudad propia (Girona, Barcelona) y la lejana (París, Madrid, Nueva York), en las que el descubrimi­ento del viaje y la ciudad se escriben al alimón: “siempre hay la sensación de que cada ciudad es, a la vez, una ciudad de la memoria”. Un siglo atrás Pla criticaba las tres formas más frecuentes de viaje de los catalanes: el peregrinaj­e a Lourdes, la luna de miel y los negocios. Cuenta Martí Monterde sobre el segundo que Pla despliega su antiromant­icismo militante a la hora de afirmar que la experienci­a del viaje queda destruida por el conocimien­to simultáneo del mundo y la vida marital: “es un mal momento para ver nada y para formarse”. El retrato de la vuelta es una descripció­n devastador­a, un verdadero paisaje después de la batalla: “Si los recién casados se quedasen en casa, que es lo que deberían hacer por su economía general, nos ahorraríam­os ese tipo de personas que desembarca­n en la estación de Francia fatigados, deslomados, cagándose en todo, alimentado un odio, con el fuego de los callos, contra Europa, descomunal. No. Para nada es el mejor momento para viajar, la luna de miel”. Feliz Sant Jordi.

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