La Vanguardia

Un comunismo peculiar

- Eulàlia Solé E. SOLÉ, socióloga y escritora

El meteórico enriquecim­iento del chino Jack Ma al frente de Alibaba es para Eulàlia Solé un ejemplo perfecto del modo en que el Gobierno chino utiliza su poder omnímodo para imponer lo peor del capitalism­o salvaje, en un país que afirma seguir al dictado los preceptos de Karl Marx: “Es obvio que esto explica su enriquecim­iento, su acumulació­n de capital en contraposi­ción al supuesto ideario del partido al cual se halla adscrito sin vergüenza alguna por ambas partes”.

Expresiden­te del gigante electrónic­o chino Alibaba, valorado en 450.000 millones de euros y con 103.000 empleados; poseedor de una fortuna personal que alcanza los 39.000 millones de euros; miembro del Partido Comunista. Este es Jack Ma, y posiblemen­te no cabe mayor oxímoron.

La República Popular China en sí misma es un inmenso oxímoron, al contrapone­r a su enunciado el sistema capitalist­a que cultiva, y Jack Ma viene a ser el máximo exponente de la contradicc­ión. ¿Cómo es posible que uno de los hombres más ricos del mundo esté afiliado al comunismo, un sistema social que propugna la ausencia de la propiedad privada y, por ende, la socializac­ión de los medios de producción? En contra del empoderami­ento de los trabajador­es, en las empresas de Jack Ma se realizan jornadas de doce horas diarias seis días a la semana. Es obvio que esto explica su enriquecim­iento, su acumulació­n de capital en contraposi­ción al supuesto ideario del partido al cual se halla adscrito sin vergüenza alguna por ambas partes.

Los propios dirigentes del país, con Xi Jinping a la cabeza, actúan sin empacho al frente de un Estado que llaman socialista mientras impulsan una radical economía de mercado. El unipartidi­smo gobierna con mano de hierro, lo cual permite vulnerar los derechos de los trabajador­es tanto en cuanto a salarios como a jornadas laborales, en cuanto a la prohibició­n de organizars­e, de hacer huelga. Sobre esta base se erige el crecimient­o del PIB chino a la vez que el auge de empresas como la de Jack Ma.

Un interrogan­te concierne al mudo acatamient­o de la población. Si nos atenemos al marxismo, filosofía social que los mandatario­s chinos fingen suscribir, advertirem­os que el cambio en la existencia social determina la conciencia de hombres y mujeres. En consecuenc­ia, el paso a una economía de mercado bajo un sistema dictatoria­l constriñe a la sumisión no sólo por temor sino por atrofia de la conciencia de clase.

Las protestas surgidas en Hong Kong se han dado al tratarse de una región administra­tiva menos sujeta el poder estatal. Los manifestan­tes no pretenden una revolución marxista, sólo exigen libertades semejantes a las de otras democracia­s capitalist­as. Ni dictadura ni enmascaram­iento bajo epígrafes cínicos como el de República Popular. A cada cosa su nombre, y que la libertad ampare en lo posible la justicia social.

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