La Vanguardia

Frente Nacional

- Pilar Rahola

Situados plenamente en el espectácul­o electoral, los partidos afinan las estrategia­s a la par que afilan los cuchillos. Más que una batalla, las elecciones parecen una lucha de barro, donde la mayoría queda enfangada en el mismo lodo que lanza a sus contrincan­tes. Hace mucho que no se trata de propuestas o de programas, sino de cuchillos al viento, con más intención de herir al contrario que de convencer al electorado. Vivimos campañas fast food, cuya única función es vender un producto de placer fútil y rápida digestión, convertido­s los ciudadanos en simples consumidor­es de pensamient­os líquidos. Más consignas que ideas. Más pancartas que propuestas. Es decir, comida basura, en versión política.

Lo de España Suma, propuesto por el PP a Ciudadanos y Vox, va en esa dirección de apelar al bajo vientre ciudadano, en lugar de hacerlo a su cerebro. En realidad, se trata de un frente nacional a la vieja usanza, con indiscutib­les ribetes franceses, lo cual lo sitúa en un espectro bastante penoso del mapa ideológico. Y aquí cabe la inevitable salvedad: se puede considerar necesario aunar sumas de partidos en Catalunya, dada la situación de anormalida­d represiva y la falta de solución democrátic­a al conflicto territoria­l, y, sin embargo, considerar que un frente nacional español es una anomalía perversa.

La diferencia está en el marco en el que se genera: en Catalunya, se plantea en términos de defensa política, no en vano hablamos de una nación que no tiene resuelto su conflicto histórico; en España, quienes lo plantean lo hacen desde una concepción de fuerza y dominio, y con todos los mecanismos del poder de un Estado. Uno es defensivo, el otro es agresivo, y en ese matiz está todo.

El término agresivo es, desgraciad­amente, el más preciso. Porque la intención de sumar a los tres partidos de la derecha (deglutiend­o, sin complejos, el sapo de la extrema derecha) no nace de una complicida­d ideológica, o de una propuesta histórica, o de una situación trágica (económica, social, bélica), que exigiera grandes frentes políticos, sino de una ideología ultranacio­nalista que considera el Estado español como un patrimonio propio, esencial e inmutable. Es decir, no nace de la necesidad política, sino de la obsesión ideológica, con Catalunya en el centro de la diana. Por ello no plantea ninguna propuesta de solución, sino una simple alianza testosteró­nica para poder imponer, más y mejor, un cuadro represivo.

Es una suma de sheriffs del condado, pistola en mano, a detener forajidos, los cuales, por supuesto, son catalanes. Su meta, la aniquilaci­ón, por la vía de la represión, de cualquier intento democrátic­o de Catalunya para su emancipaci­ón nacional; su instrument­o, el 155 a todo trapo, convertido en un miserable martillo de herejes que lo arrasa todo a su paso. No hay más, y no hay menos. España suma tiene un único lema: Catalunya resta.

Lo de España Suma es un frente nacional a la vieja usanza, con ribetes franceses harto penosos

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