La Vanguardia

El cuento de la lechera

- Silvia Angulo

Existe una emergencia climática y es urgente tomar medidas para paliarla o intentar frenarla. En esta lucha las ciudades tienen mucho que decir y por decidir. Barcelona ha presentado esta semana la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) con la que pretende inicialmen­te sacar de las calles a 50.000 vehículos. Una cifra muy ambiciosa que en cuatro años debe comportar que unos 125.000 dejen de circular por la capital catalana y el área de influencia de Esplugues de Llobregat, l’hospitalet, Sant Adrià y Cornellà. Es una buena iniciativa para empezar a cambiar las cosas, mejorar la salud de los ciudadanos y convertir las ciudades en espacios más habitables y amables. Sobre esto no hay discusión, pero la nueva ordenanza genera serias dudas acerca de su efectivida­d. No sólo porque únicamente se haya planificad­o para cinco municipios y haya dejado al margen al resto del área metropolit­ana, sino también porque no sé si estos cálculos al final se harán realidad o no son más que una nueva intervenci­ón cosmética de poco recorrido.

Barcelona y su área metropolit­ana, a diferencia de las grandes urbes europeas que también están aplicando restriccio­nes al tráfico, tienen una red de transporte deficiente y si se quieren menos coches en las calles se deben ofrecer alternativ­as a los ciudadanos. Por eso, la pregunta que impera cuando se quiere prohibir y sancionar a los vehículos contaminan­tes es qué tipo de

La contaminac­ión disminuirá cuando se mejore de una vez por todas la actual red de transporte público

opciones se está dando al ciudadano para dejar el coche en casa. La ordenanza tendrá éxito si viene acompañada de un plan de mejora del actual sistema de transporte colectivo. Esto también es urgente. ¿Dónde está la L9, el carril BUS-VAO de la B-23, la T-mobilitat, la famosa prolongaci­ón de la L3 por el Baix Llobregat, los park&ride, las inversione­s en Rodalies...? La lista de proyectos prometidos y que duermen en un cajón es mucho más larga, y si estas infraestru­cturas estuvieran en funcionami­ento, la futura normativa no perjudicar­ía a aquellos que no tienen alternativ­a y a los que no se les permitirá utilizar su vehículo privado. Sin olvidar que muchos de estos conductore­s no pueden cambiar de coche por falta de recursos, por lo que se puede decir que la ordenanza perjudica a los que menos tienen.

Las administra­ciones prevén que en la zona afectada –que, vuelvo a repetir, no es toda el área metropolit­ana– el transporte público reciba 140.000 viajes más al día. ¿De verdad? ¿Alguno de los responsabl­es políticos ha intentado coger un autobús interurban­o a primera hora de la mañana y ha visto cómo ha pasado de largo porque no cabía nadie más o ha tratado de entrar a última hora en la estación de metro de la L1 en Glòries sin tener que hacer cola en la calle? Parece que no. Son necesarias inversione­s, pero a las puertas de unas nuevas elecciones, sin alcanzar por ahora un acuerdo para los presupuest­os de la Generalita­t y a la espera de lo que pueda pasar con las cuentas municipale­s, las aportacion­es económicas se antojan una quimera, y los cálculos de reducción del tráfico privado en Barcelona se asemejan al cuento de la lechera.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain