La Vanguardia

Le perdieron los palacios

ZINE EL ABIDINI BEN ALI (1936-2019) Presidente de Túnez desde 1987 hasta su derrocamie­nto en el 2011

- JOAQUÍN LUNA

En su exilio en Arabia Saudí ha muerto el expresiden­te Zine el Abidini ben Ali a los 83 años, al que le gustaban los palacios junto al mar, sus fotos en los bulevares de Túnez y ganar elecciones con el 99% de los votos.

Fue nuestro hombre en el Magreb por méritos primero y obligación después hasta que, distanciad­o de la realidad, el pueblo tunecino explotó tras el suicidio de un pobre vendedor ambulante, Mohamed Bouazizi, al que se le había incautado su mercancía en el 2010. La revolución de los jazmines, la primera de las primaveras árabes, lo envió al limbo de Arabia Saudí, donde falleció ayer tras años de exilio en silencio.

La trayectori­a de Ben Ali, presidente de Túnez entre 1987 y el 2011, personific­a los dramas del Magreb: lo tenía todo para modernizar una república con buena base y conseguir una economía capaz de alimentar al pueblo, pero terminó entregado a una camarilla que le abandonó en el 2011 y a la que tanto había enriquecid­o.

Ben Ali nació en una familia modesta y eligió el ejército –el ascensor social en muchos estados islámicos– para encauzar sus ambiciones. A diferencia de la vecina Argelia –la geografía es determinan­te, Túnez linda con Libia y Argelia–, la independen­cia de Francia en 1956 fue amistosa y París tuteló todo lo que pudo –seis años– los albores prometedor­es de la presidenci­a de Habib Burguiba. En ese contexto, Ben Ali estudió en la academia de Saint Cyr, el West Point francés, y amplió estudios en EE.UU. En pocos años, desarrolló una carrera prometedor­a –sobre todo para él–: general, máximo responsabl­e de los cuerpos de seguridad, ministro del Interior y primer ministro en 1987, cuando el anciano Burguiba era una sombra del dirigente modernizad­or que fue (los derechos de las mujeres en Túnez eran comparable­s a los de algunos estados europeos). Carrera fulgurante: un hombre duro, el mejor preparado para reprimir –como así hizo– los brotes de descontent­o social (las revueltas del pan de 1978 y 1984).

La élite tunecina vio en Ben Ali el recambio perfecto del padre de la independen­cia y semanas después de su nombramien­to como primer ministro montó uno de los golpes de Estado más sui géneris de la región: un equipo médico de toda confianza incapacitó al autoprocla­mado presidente vitalicio Burguiba, con 84 años.

Ben Ali aprovechó sus orígenes humildes para presentars­e como el antídoto a las carencias sociales y su laicismo de mano dura para mantener a raya al movimiento islamista –pujante ante la desidia del Estado en amplias regiones– y ya de paso a la prensa y los sindicatos. “Hombre de familia”, se casó en dos ocasiones lo cual resultó un pésimo negocio para el país porque el clan de su segunda esposa, Leila Trabesi, saqueó lo que pudo hasta que un vendedor ambulante, símbolo de la dignidad, acabó con Ben Ali, que ha muerto en un palacio –siempre le gustaron– frente al mar, en Yida, la Barcelona saudí.

Lo tuvo todo a favor para modernizar Túnez y conseguir una economía capaz de alimentar al pueblo

 ?? CHRISTOPHE ENA / AP ?? Retirada en el 2011 de una fotografía de Ben Ali de una calle del centro de Túnez tras ser derrocado
CHRISTOPHE ENA / AP Retirada en el 2011 de una fotografía de Ben Ali de una calle del centro de Túnez tras ser derrocado

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