La Vanguardia

Un estreno agridulce

El Espanyol paga un mal inicio y empata en su debut en Europa

- ROBERTO RODRÍGUEZ Cornellà de Llobregat

El ansiado debut europeo del Espanyol tras más de una década no cristalizó en la primera victoria de la temporada en el RCDE Stadium. Los de Gallego volvieron a conceder demasiado a su rival, en este caso el Ferencvaro­s húngaro, en un inicio que rozó lo sonrojante, y tuvieron que remar a contracorr­iente durante muchos minutos hasta conseguir el empate y, eso sí, merecer la victoria. Demostró arrojo el Espanyol en un segundo tiempo en el que se demostró a sí mismo ser muy superior a su rival. Pero el empuje final no alcanzó y los de Gallego suman un punto que resulta insuficien­te. En Europa los regalos se pagan, y muy caro.

Como había sucedido en los anteriores partidos en su estadio, el Espanyol saltó al césped excesivame­nte frío. Mal negocio en competició­n europea, donde no conviene conceder ventajas gratuitame­nte. Pronto quedó claro que el equipo húngaro albergaba mayor dificultad de lo que su nombre, que no historia, demostraba. Y antes del minuto diez Zubkov e Isael dejaban helado al personal con sendos disparos desde la frontal.

Salió a esperar el equipo perico y cuando se quiso dar cuenta el partido se le había enrevesado de mala manera. El Ferencvaro­s se hizo con el mando gracias a una presión alta y los de Gallego volvían a sufrir para elaborar en el medio. No ayudó el doble pivote de contención que propuso el técnico, con la inclusión del joven Lozano en el once junto a Roca.

De los sustos se pasó a la decepción cuando un despiste de Bernardo, recuperado para la causa después de una inactivida­d poco explicable, terminó con el gol en propia puerta de Javi López. El central brasileño perdió la marca y dejó en ventaja a Isael, un descarado falso nueve de enorme talento que concedió el gol a un compañero antes de que López se interpusie­se para intentar salvar la situación. La alegría del RCDE Stadium había durado diez minutos justos. Ahí comenzó el nerviosism­o, incrementa­do minuto a minuto por la falta de soluciones ofensivas una vez más. El equipo de Gallego sacó el orgullo, que no el fútbol, y poco a poco fue capaz de asociarse con acierto en tres cuartos de campo. Wu Lei, el más activo junto a Vargas, sorprendió con un disparo que rechazó a córner el portero húngaro.

A partir de ahí el juego del equipo perico fue en línea ascendente. Las llegadas al área rival se convirtier­on en una costumbre, aunque el acierto brilló por su ausencia. En la recta final del primer tiempo el acoso ya era total sobre la portería de Dibusz, aunque todas las opciones se quedaron en remates altos de Granero, Dídac y Vargas. La falta de claridad y brillantez en los últimos metros lastraba de nuevo al equipo perico en su campo.

Nunca gozó de tranquilid­ad y pausa el Espanyol ante un rival con buenos recursos técnicos para salir al contragolp­e. Al comienzo del segundo tiempo el partido

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se abrió aún más. El Espanyol salió con la decisión que le faltó en el inicio y las ocasiones comenzaron a caer. Wu Lei estuvo cerca de embocar un centro de Vargas. La amenaza húngara continuaba presente con Isael, que volvió a hacer de las suyas con un disparo lejano que se fue al larguero de Diego López.

Ese nuevo susto no intimidó a los pericos, que estaban decididos a inclinar el campo si era necesario para lograr el empate. Granero lo probó de falta antes del cuarto de hora. Calleri, que había entrado minutos antes en lugar de Melendo, no acertó en un rechace. Pero ya no había vuelta atrás. Y apareció el perico con más talento, que no es otro que el Monito Vargas, para hacer justicia. El argentino se aprovechó de un balón colgado tras un córner y, después de un remate que detuvo el portero, convirtió el primer tanto del Espanyol en Europa tras doce años.

El estado de efervescen­cia del equipo perico aumentó todavía más con el gol. Los de Gallego recuperaro­n de golpe toda la confianza perdida y por momentos parecieron jugar con doce. Los húngaros no podían más que intentar achicar agua de un barco que parecía hundirse. Pero el segundo gol se hacía esperar. Gallego dio entrada a Pedrosa y a Campuzano para redoblar la búsqueda del gol. La tuvo Granero en un disparo que se marchó a cruceta. Lo probó de todas las maneras el Espanyol, pero el gol se fue convirtien­do en una quimera. La afición volvía a disfrutar de su equipo, pero el ansiado triunfo se esfumó.

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ENRIC FONTCUBERT­A / EFE Los jugadores del Espanyol celebran el gol del empate, anoche en el RCDE Stadium

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