La Vanguardia

Ansu Fati y la ataraxia

- José María Brunet

Este mes de septiembre está siendo pródigo en noticias muy contradict­orias en el mundo del deporte, que nos muestran su cara más amable –incluso radiante–, pero también la más trágica. De ahí que me haya tentado aprovechar este tiro a la escuadra para lanzarle algún mensaje al bueno de Ansu Fati, que tanta expectació­n y afecto ha generado entre una afición, la del Barça, muy necesitada de nuevos referentes y seguridad, después de una temporada, la del 2018-19, que ni mucho menos dejó buen sabor de boca.

Ignoro si Ansu Fati vive más o menos pegado a la actualidad, pero seguro que ha tenido noticia del título ganado por la selección española de baloncesto y sus celebracio­nes, así como de la desaparici­ón de la medallista olímpica Blanca Fernández Ochoa y el posterior hallazgo de su cuerpo, en la sierra de Guadarrama, muy cerca de Madrid. Son dos ejemplos de la cara y la cruz a las que me refería. Y entre ambas citaría a uno de los protagonis­tas de la conquista de la copa del mundo de baloncesto, Marc Gasol.

A Marc le oímos decir en la madrileña plaza de Colón –un escenario que da para todo– que esperaba que la afición también estuviera con ellos cuando las cosas no fueran bien. Una petición lógica, máxime viniendo de él, porque durante el campeonato flaqueó la fe en el equipo y en el propio pivot de los Toronto Raptors de la NBA. Es fácil buscar el abrazo de los vencedores, compartir el aliento del éxito. Pero cuando no se alcanza, ¿qué?

Aquí es cuando vuelo a la moraleja para Ansu Fati. Esas circunstan­cias de éxito y aliento de la masa le están llegando ahora a manos llenas. Y conste que parece estar reaccionan­do bien, sin que le asalte una borrachera de popularida­d.

“En definitiva –preguntaba Epicteto– ¿cuál es la meta de la virtud si no es la vida que fluye con placidez?”

Escuchar a Messi, que le está apadrinand­o, le vendrá bien. Pero me permito dejarle otra propuesta en la taquilla. Le sugeriría que vuelva sobre la doctrina de uno de los mayores representa­ntes de la doctrina filosófica estoica, Epicteto, que fue un esclavo durante gran parte de su vida, y que luego se dedicó a predicar en favor de la tranquilid­ad del espíritu.

Las circunstan­cias del siglo XXI de la era cristiana en Occidente no son las de la Roma de la primera centuria, donde Epicteto se convirtió en liberto y desarrolló las ideas del estoicismo. Pero en el fondo las pasiones humanas y los mecanismos de respuesta a los estímulos siguen esquemas similares. De ahí la vigencia de algunas ideas, como la de ataraxia, consistent­e en asumir las circunstan­cias de la vida con tranquilid­ad de espíritu, huyendo de la euforia por el éxito y de la depresión por el fracaso. “En definitiva –se preguntaba Epicteto– ¿cuál es la meta de la virtud si no es la vida que fluye con placidez?”. Piénsalo, Ansu Fati, cada vez que el estadio ruja por ti.

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