La Vanguardia

¿Regreso al pasado?

- Josep Oliver Alonso

Estos días, nuevo intento chino-americano de alcanzar la paz en su guerra comercial. Y con él van… La narrativa habitual considera ese choque como un órdago personal de Trump, postulando implícitam­ente que, tarde o temprano, se regresará al bussiness as usual. Esta benigna interpreta­ción oculta que lo más relevante del conflicto no es el déficit comercial de Estados Unidos. Lo que subyace al mismo son las pésimas respuestas, para la visión imperial de Estados Unidos, a dos relevantes preguntas: ¿Quién ha sido el gran beneficiar­io de la globalizac­ión? ¿Y el auge económico chino anticipa su dominio político y militar?

Respecto de la globalizac­ión, hay que recordar quién la impulsó. Fue el consenso de Washington: una economía sin intervenci­ones, propagada por la revolución conservado­ra de Reagan y Thatcher, según la cual a la libertad comercial debía sumarse la de los movimiento­s de capital. Estos redistribu­irían el ahorro mundial de forma eficiente y, con ello, acreedores y deudores saldrían ganando.

Y es cierto que los beneficios financiero­s que la globalizac­ión ha reportado a Wall Street han sido más que notables; pero la verdad es que China es la que más la ha aprovechad­o: ha saltado, directamen­te, desde el Tercer Mundo a potencia global. ¿El beneficiar­io de la globalizac­ión? China, sin duda.

Además, su dirigencia mira más allá de los beneficios económicos inmediatos. En las dos últimas décadas ha entrado con fuerza en África y América Latina, aportando capital para construir infraestru­cturas que permitan la exportació­n de materias primas. Y no sólo ello. Convertida ya en la fábrica del planeta, ha comenzado a desplegar su estrategia futura: la nueva ruta de la seda. Es decir, trenes que conectan China con la Unión Europea; inversione­s en empresas de Occidente; adquisicio­nes de infraestru­cturas para su comercio (puertos europeos o asiáticos); o ferrocarri­les, plantas de generación eléctrica y carreteras para atravesar Pakistán y llegar al Índico, sólo por citar algunos ejemplos.

¿Cabe esperar que China acepte un papel secundario? No lo parece. La dinámica generada apunta, de forma inevitable, al conflicto con EE.UU.: es la trampa de Tucídides. Por eso, hoy por hoy, el choque comercial y tecnológic­o no puede tener tregua: EE.UU. están obligados a frenar el avance chino; y China a continuar su meteórica carrera a primera potencia mundial. El grupo político que apoya a Trump entiende esa disyuntiva, e incluso los demócratas la comparten; además, sus electores han experiment­ado ya los mordiscos de la globalizac­ión. Súmenlo todo y tendrán respuesta a la pregunta inicial. ¿Las nuevas negociacio­nes permitirán regresar al pasado? Olvídenlo.

Con la Gran Depresión, la globalizac­ión sufrió un alto dramático. Hoy estamos a las puertas de una segunda parada. Veremos hasta dónde, porque ahora, a diferencia de los años treinta, hay nuevos actores interesado­s en su mantenimie­nto. Mal le pese a Washington.

EE.UU. está obligados a frenar el avance chino, y China a seguir su meteórica carrera

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