La Vanguardia

Los Comunes tienen la palabra

Su aprobación del acuerdo entre Londres y Bruselas pende de un hilo

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

El mundo está lleno de mujeres que han hecho el trabajo, y hombres que les han robado el crédito. La norteameri­cana Margaret Keane, en los Estados Unidos de los años sesenta, firmaba sus cuadros de personajes vulnerable­s con enormes ojos sólo con el apellido, y su marido Walter dejó el negocio inmobiliar­io que tenía para dedicarse a vender las pinturas como si fuesen suyas. En la película La esposa, un literato recibe el premio Nobel, pero en realidad los libros los escribe su mujer. ¿Y quién pondría la mano en el fuego de que algo así no ha pasado más de una vez y más de dos en la vida real?

Este preámbulo, en el contexto del Brexit, viene a cuento de que Theresa May tiene el derecho a sentirse plagiada por Boris Johnson, que hoy somete a los Comunes un acuerdo de Retirada de la Unión Europea con un parecido extraordin­ario a los que ella negoció y el Parlamento le negó tres veces, con el actual primer ministro a la cabeza de los rebeldes. Las únicas diferencia­s son una pincelada aquí y otra allá, una frontera invisible en el mar del Norte para que el Ulster permanezca de facto en la unión aduanera, y que la Asamblea de Stormont tenga que renovar periódicam­ente el pacto por mayoría simple (es en extremo improbable que no lo haga). El compromiso va firmado Johnson, pero podría ser de May.

La política británica fue ayer una cuestión de teléfonos y números. Teléfonos, porque los de Downing Street echaron humo durante todo el día y toda la noche, llamando a diputados dudosos para intentar persuadirl­es de que voten a favor del acuerdo. Números, porque se trata de una ecuación fascinante en la que el resultado pende de un hilo y se puede decidir por la más mínima de las diferencia­s. Según un analista del Financial Times, el primer ministro puede ganar por sólo un voto de diferencia. Según otros cálculos, se puede quedar corto por dos o tres, dependiend­o todo de su poder de persuasión (y de amenaza).

La cuenta es más o menos la siguiente. La Cámara de los Comunes está integrada por 650 diputados, pero el Sinn Fein no ocupa sus siete escaños, y ni el speaker Tom Bercow ni sus tres asistentes pueden votar, lo cual sitúa la mayoría que necesita Boris en 320. Puede contar con 259 miembros de su partido, pero necesitarí­a el apoyo de otros 61 parlamenta­rios considerad­os dudosos, que habrían de salir de los 28 euroescépt­icos radicales partidagun­os rios de un Brexit duro dando un portazo a Europa -los llamados espartanos-, los 21 tories remainers a los que Johnson expulsó abrupta e imprudente­mente del partido hace unas semanas, y de una veintena de laboristas e independie­ntes.

A lo largo de la jornada de ayer se produjo un goteo de diputados de esos tres grupos clave que declararon su intención de votar a favor del acuerdo, pero los norirlande­ses del DUP (que se sienten traicionad­os por Johnson) también se dedicaron por su cuenta a presionar a los espartanos para que no lo hagan, y altories del sector proeuropeo expresaron dudas sobre aspectos de la declaració­n política firmada por Londres y Bruselas, y la futura relación comercial.

A Johnson le pueden salir los números, y pueden no salirle. Algunos euroescépt­icos, a cambio de su apoyo, le exigen que si para el final de la etapa de transición no hay un acuerdo comercial satisfacto­rio, el Reino Unido debe empezar a importar y exportar con la UE bajo los auspicios de la Organizaci­ón Mun

LAS CUENTAS

Johnson necesita a los “tories” que expulsó del partido y a un puñado de laboristas

APLAZAMIEN­TO

Una enmienda podría obligar al premier a una prórroga aunque su plan sea aprobado

dial del Comercio (OMC). Pero esa concesión le podría costar votos de laboristas y conservado­res moderados, un equilibrio complicado, con lo que el premier perdería por un lado lo que ganaría por otro. Es una ecuación no imposible de resolver, pero sí muy enrevesada, de matrícula de honor.

El Brexit es un como un prisma a través del cual se refracta el futuro del país. Y el resultado de la votación va a ser tan ajustado porque Gran Bretaña no puede ser al mismo tiempo Singapur y Suecia. Los conservado­res radicales y los euroescépt­icos sueñan con un paraíso sin regulacion­es y con impuestos mínimos, en la órbita de los Estados Unidos. Los laboristas, la mayoría de la oposición y algunos tories moderados prefieren una especie de socialdemo­cracia en la órbita de la Unión Europea.

La suerte del Brexit y de Boris Johnson está en las manos de un Labour dividido, con la autoridad de Jeremy Corbyn cada vez más cuestionad­a. La mayoría de sus diputados, militantes y votantes rechazan el acuerdo como contrario a los intereses de las clases trabajador­as y de la economía en general, y son partidario­s de vincularlo a un segundo referéndum, pero su líder no se decide a hacerlo, ni tampoco a amenazar con la expulsión a aquellos parlamenta­rios de escaños leave del norte de Inglaterra que ignoren la disciplina de partido y se alíen con el Gobierno. Ayer intentó persuadirl­es de que el acuerdo permitiría al Reino Unido distanciar­se de los estándares europeos en materia de derechos laborales, medio ambiente, ayudas estatales y controles alimentici­os, y abre las puertas a la privatizac­ión de la sanidad pública (NHS).

Hoy a las nueve y media de la mañana Boris Johnson va a entrar en la Cámara de Torturas (también llamada Cámara de los Comunes) para enfrentars­e a su destino. Pero, en una última vuelta de tuerca, no está claro que la histórica sesión (la primera en sábado desde la guerra de las Malvinas) vaya a aportar una solución definitiva. Una enmienda de última hora podría congelar el refrendo del acuerdo a la aprobación de toda la legislació­n necesaria para la salida de Europa, un proceso que llevará algún tiempo, obligando a Downing Street a pedir mientras tanto otra prórroga (Merkel dijo ayer que se la concedería, Macron se mostró más reacio). O sea, que el final del libro no se escribiría aún, ni plagiado ni sin plagiar. El Brexit es el cuento de nunca acabar. Inmortal, como Dios y como Messi.

DUDAS

El Labour no acaba de decidir si quiere otro referéndum o elecciones generales

MODELO DE PAÍS

El Reino Unido se debate entre estar en la órbita europea o la de Estados Unidos

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ALBERTO PEZZALI / AP El Parlamento británico votará mañana por cuarta vez un pacto sobre el Brexit

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