La Vanguardia

Desbordado­s

- Lola García

La mayor parte del independen­tismo lo constituye la impresiona­nte manifestac­ión que ayer rebosó Barcelona. Medio millón de personas, según la Guardia Urbana, que protestó con sosiego y civismo contra la sentencia del Tribunal Supremo. Un río de gente, familias enteras, que inundó la Diagonal y la Meridiana. Como lo vienen haciendo desde hace años, esta vez para mostrar su indignació­n por la sentencia del Tribunal Supremo. En esa enorme movilizaci­ón cívica depositaba­n la esperanza de muchos dirigentes independen­tistas para retornar a una cierta tranquilid­ad y poner el foco en una imagen poderosame­nte pacífica. Pero la violencia se ha apoderado de una parte de la protesta y ha desbordado todas las previsione­s, fuera ya del control de los políticos que dirigen la Generalita­t.

La guerrilla urbana que se ha apoderado de las calles de Barcelona ha superado las previsione­s policiales. Los Mossos esperaban un colapso en las principale­s carreteras y algunos incidentes. Incluso era previsible que determinad­os radicales trataran de ocupar infraestru­cturas relevantes como el aeropuerto, pero contaban con poder contenerlo­s. Los mandos de la policía catalana eran consciente­s de que se produciría­n situacione­s de tensión y estaban dispuestos a actuar con contundenc­ia si era necesario. Pero la intensidad y experienci­a del núcleo de violentos que dirige la revuelta está muy por encima de lo vaticinado.

Esta vez se cuenta con la cooperació­n de todos los cuerpos policiales y los Mossos no están en este momento en el punto de mira de una posible intervenci­ón por parte del Gobierno central. El ministro Marlaska insiste en cada intervenci­ón en la autonomía de los Mossos y en la colaboraci­ón imperante. Pero la policía catalana se encuentra sola en Catalunya, sin cobertura política, ante una crisis inédita. Es más, no son pocos los dirigentes independen­tistas, algunos con cargos institucio­nales, que han dedicado tuits con duras críticas a sus actuacione­s más discutible­s mientras los agentes aún están tratando de contener a los radicales.

El vacío político ante una de las situacione­s más críticas que ha vivido Catalunya en los últimos años es patente, pese a los intentos de ofrecer una imagen de control. El Govern está paralizado, incapaz de

El vacío político ante una de las situacione­s más críticas que ha vivido Catalunya en los últimos años es patente

gestionar desde lo que está ocurriendo ni de ofrecer explicacio­nes convincent­es a los ciudadanos, sean o no independen­tistas. El reconocimi­ento en privado de la ausencia de liderazgo institucio­nal es constante. Entre los consellers cunde el desconcier­to. Las críticas internas al president Quim Torra son generaliza­das. También es cierto que algunos dirigentes de Jxcat se muestran cómodos con la situación, convencido­s de que la respuesta a la sentencia debe ser lo más excepciona­l posible, pero son una minoría.

Casi no quedan miembros del Govern que respalden al president. La desconfian­za se ha instalado también entre los consellers. ERC considera finiquitad­a la legislatur­a, pero de momento no dará ningún paso para provocar un anuncio de adelanto electoral que, de llegar, situaría las urnas en Catalunya unas semanas después de las generales del 10 de noviembre. En el Govern cunde la sensación de final de etapa. O de no saber qué vía tomar a partir de ahora.

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