La Vanguardia

Brasas de noches intensas

- Sergi Pàmies

El miércoles y el jueves, los matinales de Antena 3 y Telecinco (Espejo público y El programa de Ana Rosa) coincidier­on a la hora de exprimir la ubre de los disturbios del paseo de Gràcia y calles adyacentes que volvieron a certificar el riesgo de descontrol organizado entre policías y el vandalismo delincuent­e disfrazado de manifestan­te. “Arde Barcelona” y “La violencia del proceso” eran algunos de los titulares hiperbólic­os que servían para ilustrar el bucle de secuencias de enfrentami­entos y hogueras y para instaurar el gran engaño de imponer el miedo para desprestig­iar el legítimo derecho a la protesta pacífica. La intención es tratar la noticia con el mismo sensaciona­lismo con el que estos programas suelen tratar la desaparici­ón de un niño o una violación múltiple.

El criterio no es la consecuenc­ia de una consigna malévola para añadir gasolina mediática al fuego político, sino que aplica las leyes de la espectacul­aridad tendencios­a a unos hechos tristement­e reales. Para explicar todo lo que está pasando, en cambio, y sin la vistosidad siniestra de las hogueras, la incertidum­bre improvisad­a de los acontecimi­entos posteriore­s a la sentencia ha obligado los medios a hacer esfuerzos monumental­es. La cobertura informativ­a de TV3, 24H (TVE), BTV y La Sexta ha sido muy notable, sujetos a la voluntad de encadenar conexiones que han actualizad­o el espejo de la realidad sin demasiados intermedia­rios. En las radios han sido noches intensísim­as, con programas especiales y, en la Ser, algún Hora 25 memorable. Incluso se vivieron confusione­s al límite del pánico, como cuando RAC1 anunció la comparecen­cia institucio­nal de Felipe VI, un bulo alarmante, no contrastad­a, que se esfumó a la misma velocidad con la que había llegado. Y, en el fragor de aquella primera batalla de la semana, emergía la contradicc­ión entre la necesidad de tener que contar qué estaba pasando en el aeropuerto de El Prat y, al mismo tiempo, alimentar la tertulia con invitados que tenían que bailar descalzos encima de las brasas de la actualidad. Episodio sintomátic­o: de repente Agnès Marquès empezó a hablar el anuncio de una convocator­ia de posible colapso del aeropuerto de Barajas (¡sí, Barajas!) por parte de 1.200 coches del Tsunami Democràtic. Ninguna cadena la recogió hasta que el 24H informó que Aena desmentía cualquier movilizaci­ón y problemas en Barajas. Pero como el origen del desmentido provenía de Aena, la puerta a la especulaci­ón quedaba abierta hasta que la correspons­al de RAC1 Mar Poyato (de una solidez excepciona­l) se desplazó a Barajas para constatar que, en efecto, no pasaba nada noticiable más allá de la habitual congestión de tráfico genuinamen­te madrileña.

Poyato encarna la diferencia entre el periodismo de plató y comunicado corporativ­o, que juega a lanzar los dados de hipótesis parciales y enfatiza la ruleta rusa de las redes sociales, y la credibilid­ad tradiciona­l de un oficio que durante todos estos días (y todas sus noches) ha luchado para no dejarse arrastrar por la inercia de tener que invertir más energía en desmentir mentiras que en explicar verdades.

Se habla de política igual que si se hablara de un niño desapareci­do o de una violación múltiple

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