La Vanguardia

El Louvre reúne lo mejor de Da Vinci en una muestra única

Más de 150.000 visitantes han hecho reserva para ver 160 obras del genio

- ÓSCAR CABALLERO

A Leonardo da Vinci, quien denominaba el oficio de pintar “ciencia de la pintura”, le habría gustado el cariz abiertamen­te científico, exhaustivo, minucioso con el que Vincent Delieuvin y Louis Frank, los jóvenes comisarios de Leonardo da Vinci, culminació­n de los homenajes a los 500 años de la muerte del artista, imaginaron la retrospect­iva. La muestra abre el próximo día 24 en el Louvre.

Con San Juan Bautista sin colgar todavía, algunos carteles sin colocar y a la espera de un improbable préstamo de último momento de Salvatore Mundi, La Vanguardia recorrió las salas que ocupan completame­nte el Hall Napoleón del museo parisino.

Para ver la muestra ya se han registrado 150.000 reservas, y también los periodista­s acreditado­s serán más que nunca. Y es que sólo el Louvre, con cinco óleos y 22 dibujos de Da Vinci –la colección más importante del mundo–, era capaz de montar esta muestra. La Gioconda no forma parte de la exposición porque acaba de ser trasladada, el 7 de octubre, a la renovada Salle des États.

Más de 160 obras entre óleos, dibujos, esculturas, objetos de arte, manuscrito­s, se podrán admirar hasta el 24 de febrero y “por primera y última vez”, según los comisarios. Además de coleccioni­stas que preservan su anonimato, hay préstamos de diez países. Los más generosos: Estados Unidos, Italia (que a última hora envió El hombre de Vitruvio aunque sólo por un mes) y Gran Bretaña, incluidas riquezas de la colección real.

La exposición brinda una oportunida­d única para admirar once óleos con la firma Da Vinci sobre el total de 20 que se le atribuyen; una ocasión para rendirse a la evidencia de que la perfección puede ser de este mundo (en sus dibujos) y para descifrar la curiosidad científica de Leonardo en los manuscrito­s que se exhibirán en la sala Ciencia. “No cuente conmigo para opinar sobre la sexualidad de Leonardo –previene Franck–, pero le hago notar que un andrógino como el modelo del San Juan Bautista era en la época un símbolo de perfección estética”.

Vida y obra se confunden en el recorrido de la muestra. El itinerario arranca, como su trayecto artístico, con una panorámica de su aprendizaj­e fundamenta­l en la Florencia de 1464. Alumno de Verrochio, uno de los mayores escultores del siglo XV, Leonardo aprendió con él la forma y el movimiento; el claroscuro. “El espacio y la forma son hijos de la luz –decidió– y esa es la única realidad”. Y en el taller de Pollaiuolo, el rival de Verrochio, se apropió de dos novedades de la pintura flamenca: el retrato de tres cuartos, y no de perfil, y la técnica del óleo.

En el espacio dedicado a la sección Libertad –segunda sala–, las obras ilustran el principio de que “el pintor solo puede atrapar la realidad a través de la libertad espiritual y la de su mano”. Leonardo acuñó al respecto el concepto de “la composició­n inculta”, así como esa otra marca de su estilo: dejar flecos inconcluso­s.

Con ese bagaje, Da Vinci cambió Florencia por Milán. Bajo la protección de Ludovico Sforza, regente del duque de Milán al tiempo que escenógraf­o y artífice de las diversione­s de la corte, se estrenó brillantem­ente en la boda del joven duque con Isabel de Aragón. Milán lo convirtió en el artista más célebre de su época, gracias a La última cena, cuadro “que le ocupó al menos 5 o 6 años” según los comisarios. Es, a su juicio, el “momento inaugural del arte moderno”. En este apartado podemos ver además los retratos de dos brillantes colaborado­res de su taller milanés, Boltrafio y D’oggiono.

En 1499, Francia ocupó Milán y Leonardo partió con Sforza. Para distinguir “la verdad de las apariencia­s” y “conocer la interiorid­ad de los fenómenos”, se interesó por todas las disciplina­s desde la convicción de que “el mundo es gobernado por leyes matemática­s”. De ahí la sala Ciencia.

En la siguiente, Vida, se puede comprobar cómo Leonardo domina ya su arma secreta, el sfumato. Y vale la pena detenerse ante algunas obras maestras: Santa Ana, San Juan Bautista y La Belle Ferronnièr­e, tres cuadros restaurado­s a lo largo de los diez años de preparació­n de la muestra.

Será la “primera y última” oportunida­d de admirar once de los veinte óleos atribuidos a Da Vinci

Un periodo previo dedicado asimismo al estudio científico de los dibujos y cuadros del maestro.

El recorrido aparecerá puntuado con reflectogr­afías infrarroja­s a escala de los originales. Estas imágenes revelan los dibujos que subyacen en las pinturas. La Gioconda estará presente con una de esas reflectogr­afías.

La muestra confunde vida y obra de Da Vinci. No es casual. Se debe a que “llegar al cuadro perfecto fue el objetivo vital de Leonardo”.

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® MUSÉE DU LOUVRE / ANTOINE MONGODIN Casi todo. montaje de Leonardo, que ayer pudo recorrer El la prensa internacio­nal, ocupa todo el Hall Napoleón.

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