La Vanguardia

Conchita maldita

- Màrius Serra

El 18 de octubre de 1994, ayer hizo veinticinc­o años, murió la actriz Conchita Montes, nombre artístico de María de la Concepción Carro Alcaraz. Montes no sólo tiró del carro en los escenarios, sino que ha pasado a la historia por un juego de parrilla, el popular Damero maldito. Su fascinació­n por las palabras no se puede desligar de su carrera artística. De familia aristócrat­a, se licenció en Derecho en la España republican­a y, aún muy joven, conoció al dramaturgo y cineasta Edgar Neville, con quien mantendría una larga relación sentimenta­l. Neville, diplomátic­o desde los felices veinte, ya se había abierto camino en Hollywood, había trabajado de actor en una película de Chaplin y la Metro Goldwyn Mayer le había contratado como dialoguist­a de películas para el mundo hispánico. Gracias a los buenos contactos de Montes, Neville se salvó de ser fusilado en los primeros momentos de la Guerra Civil y huyó a Londres. Pero muy pronto, en 1937, se añadió al ejército franquista en calidad de reportero de guerra y filmó escenas bélicas en Madrid, Brunete y Bilbao. La experienci­a le impulsó a hacer un puñado de películas propagandí­sticas. En 1939 estrenó Frente de Madrid, con la colaboraci­ón de Conchita Montes en el guion. El tándem artístico funcionó durante décadas, hasta la muerte de Neville en 1967, en un entorno de artistas talentosos como Jardiel Poncela o Dalí que asumieron el mundo en blanco y negro del primer franquismo mirando hacia otro lado, parapetado­s tras escudos surrealist­as.

Montes representó en los escenarios obras de Noel Coward, Alan Ayckbourn o el mismo Neville, y numerosas películas, que le reportaron una gran popularida­d: Correo de Indias (1942), Café de París (1943), La vida en un hilo (1945), Nada (1947), El último caballo (1950)... Recuerdo haber visto algunas en un ciclo en la Filmoteca. El recluta Fernando Fernán Gómez sufriendo porque su pobre caballo Bucéfalo será sustituido por un vehículo y, entre la novia (Montes) y el caballo, opta por quedarse con el caballo. En 1941, en uno de los viajes de la troupe a Hollywood, Conchita Montes descubrió en la prensa americana una nueva modalidad de juego de parrilla. El damerogram­a no cruza palabras sino que las descompone letra por letra y las traslada a una parrilla numerada en la que se forma un texto. Montes importó el nuevo formato de los Estados Unidos y enseguida publicó su primer Damero maldito en La Codorniz, que años más tarde pasaría a El País. La dificultad no provenía del ingenio en la invención de las definicion­es, sino de la búsqueda lexicográf­ica. La actriz solía trabajar con definicion­es extraídas del DRAE, pero escogía siempre la acepción más desconocid­a y los textos de la solución eran citas exquisitas de Gregorio Marañón, Eugenio d’ors o el propio Edgar Neville. Un cuarto de siglo después de su muerte, no hay revista ni suplemento de pasatiempo­s que no incluya damerogram­as.

El año 1941, en un viaje a Hollywood, Conchita Montes descubrió el damerogram­a en la prensa americana

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