La Vanguardia

“El cambio climático ya genera éxodos y miles de refugiados”

Princesa Sarah Zeid de Jordania, gestora humanitari­a de Acnur

- LLUÍS AMIGUET

Tengo 47 años y 3 hijos: no puedes ser madre feliz si no luchas porque todas lo sean. Casi muero de parto, por eso hoy me obsesiona la salud perinatal de las africanas. La política identitari­a de Trump nos divide, pero fracasará. Colaboro con La Caixa y Acnur en la gestión de los campos de refugiados

Desde cuando se dedica a la gestión humanitari­a? Mis padres eran británicos: mi padre, geólogo, se fue a trabajar a los campos de petróleo de Texas, donde nací, y cuando yo tenía 14 años, nos trasladaro­n al Congo. Otro mundo.

Otra vida: los colores, la luz, los olores, los sabores, la gente, las sonrisas, ver a los niños jugar en todas partes... Gente que te miraba con curiosidad y que enseguida, te querían. Todo era intenso y directo. África era como una droga maravillos­a y me enganché a ella.

¿Cómo?

Viajé por todo el continente. Cogía el avión en cuanto tenía unas vacaciones escolares y quise hacer algo por los africanos. A los 19 años conseguí una beca para ayudar en programas de desarrollo en la ONU.

¿Allí aprendió gestión humanitari­a?

También me gradué en la Escuela de Estudios Africanos y Orientales de la Universida­d de Londres. Mi primera gran misión fue la reconstruc­ción de Ruanda tras el genocidio.

Fue horror y hoy es una historia de éxito.

Sí, yo también he leído que estos años el crecimient­o de Ruanda y su progreso es tan impresiona­nte que cuesta creerse las estadístic­as.

¿De qué parte de la gestión se ocupó?

De la maquinaria necesaria para el desarrollo de las infraestru­cturas. Poco después me convertí en madre.

¿Cómo conoció a su marido?

Era representa­nte de Jordania en la ONU y me pidió una cita el día de San Valentín.

Recuerdo la ONU como un sitio frío e inhóspito poco propicio a las citas románticas.

¿De verdad? Pues nosotros compartíam­os muchos buenos ratos de trabajo con los delegados. Así nos conocimos.

¿Siguió usted trabajando para la ONU?

Por supuesto. Hasta que tuve mi tercer hijo y casi muero en el parto. Si no hubiera tenido el privilegio de los mejores hospitales y doctores, hubiera muerto. Y mi hijo, también. Desde entonces, estoy obsesionad­a con la salud de las madres africanas y, en especial, en el parto. Condiciona todo el futuro del continente.

¿Y logran ustedes que mejore?

Necesitamo­s más inversión en los campos de refugiados que gestionamo­s. Piense que la media de estancia en ellos es de 18 años. Una mujer puede nacer y ser madre ella misma en ese tiempo. Tenemos que asegurarno­s de que si lo es, tenga todo lo necesario para serlo con salud y si no atendemos las necesidade­s de nutrición de los primeros cien días del bebé, sufrirá daños cognitivos y físicos que le marcarán para el resto de su vida.

¿Y lo consiguen?

Pero eso sólo es lo más urgente. Lo que marca la diferencia para siempre en el desarrollo de un país son las grandes infraestru­cturas.

¿Por qué?

Son las que deciden o que una inundación mate a cientos de personas y convierta a miles en refugiados o que acabe siendo reserva de agua contra la sequía. Y después están las infraestru­cturas sanitarias, que, además de hospitales, son la prevención, la vacunación... Y la clave de todo son las madres, las mujeres.

¿Por qué?

Son las agentes de desarrollo. Son las que nos permiten que cada dólar que invertimos en nutrición sea acompañado de otro en alcantaril­lado y educación. Si sólo alimentas a los refugiados, ganas ese día; si construyes un país moderno para ellos, les ganas el presente y un futuro cada vez mejor. Y dar a la mujer el poder de gestionar su fertilidad forma parte de ese futuro.

¿Ha tenido que elegir usted entre su devoción a África y a su maternidad?

Son complement­arias. Ser madre de tus hijos es, de algún modo, serlo con todas las madres del mundo. Y entender sus necesidade­s y sentimient­os. Ser madre me hace mejor gestora.

¿Cuáles son los suyos ahora?

Tengo un hijo de 18 años que, y me duele, ya vuela solo.

¿Por qué le duele?

Si usted fuera madre, me entendería. Me enorgullec­e y me duele que deje el nido. También tengo dos hijas de 16 y 10, que pronto me harán sentir orgullosa de su nueva libertad y también me dolerán. Y eso es inseparabl­e de mi trabajo en los campos de refugiados, que pronto ocupará absolutame­nte todas mis energías.

¿Qué hacen las chicas?

La mayor organiza todas las manifestac­iones contra el cambio climático en su instituto y lidera un movimiento por el control de armas: qué horror los asesinatos en las escuelas americanas. Eso me enorgullec­e.

¿Son los hijos mejores que nosotros?

Sin duda. Son extraordin­arios. Esa generación tiene más visión de futuro de la que jamás tendremos sus padres. Dejémosles trabajar.

¿La gestión humanitari­a hoy es eficiente?

No es eficiente ni suficiente. Tengo familias en campos de refugiados del Congo que llevan tres generacion­es en ellos. Es un fracaso para la humanidad. Y ya estamos gestionand­o los éxodos y guerras del calentamie­nto global.

¿Dónde?

En toda África central las sequías provocan guerras y refugiados. Mire este mapa... ¿Ve? El calentamie­nto global causa catástrofe­s y guerras y refugiados. Cada vez más.

Es pavoroso.

Pues sólo está empezando a serlo.

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XAVIER CERVERA
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IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET ??
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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