La Vanguardia

El silencio ante la barbarie

- Màrius Carol Director

Los CDR hicieron ayer un comunicado en el que nos ofrecen a los catalanes que elijamos entre independen­cia o barbarie. “Mientras haya rehenes (sic), no haya libertad de reunión y de expresión (?) y no podamos ejercer el derecho a la autodeterm­inación, habrá caos”. Los CDR son estos tipos a los que el presidente de la Generalita­t les pidió que apretaran, así que están cumpliendo fielmente el mandato de Quim Torra. Como no les puso ningún tope al apretón, van campando a sus anchas –ayer dejaron la AP- 7 hecha una calamidad a la altura de Girona– y, cuando al final los Mossos los desalojaro­n después de otra noche de picnic en la autopista, se marcharon a Salt y arrasaron con el mobiliario urbano. Torra tuvo ayer una nueva oportunida­d en el Parlament de pedir moderación, advertir a sus incondicio­nales que pueden poner en riesgo el bienestar del país y liderar el momento político. Pero no hubo suerte. No sé dónde han leído esos capitanes embozados de la independen­cia que para construir un Estado tienen que cargarse antes un país. Pero es lo que hay. Y anoche, de nuevo los salvapatri­as volvieron a cortar los accesos a Barcelona. Nunca una “revuelta popular” fue tan impopular.

Contrasta que las gentes de los CDR y otras marcas afines amenacen con la barbarie y contribuya­n al caos, mientras vemos como dos consellers de la Generalita­t (Territori y Empresa) han viajado a Japón para intentar que Nissan no cierre su planta de la Zona Franca y el vicepresid­ente y el conseller de Treball preparan un viaje a Alemania para dar garantías a Volkswagen a fin de que Seat no tenga la tentación de marcharse. El independen­tismo tiene que decir bien alto si está a favor del orden o del caos. Corren el riesgo de que les llamen “traidores” si deciden apostar por el primer supuesto, pero con las imágenes de las últimas semanas no estamos invitando al mundo a invertir. Ayer mismo, la Cámara de Comercio Británica en España hizo público que el 30% de sus empresas piensan replantear­se las inversione­s en Catalunya. Nuestros políticos aseguran querer aprovechar las posibilida­des del Brexit para que se instalen empresas del Reino Unido y aquí no sólo defendemos el Catexit, sino que además ponemos el país patas arriba. Lo malo no es que haya bárbaros, sino que tantos callen ante la barbarie.

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