La Vanguardia

David Villa

Futbolista

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ

Campeón del mundo y de Europa con España y también continenta­l con el Barcelona, Villa (37) ha anunciado su retirada del fútbol a finales de año. Máximo goleador histórico de la selección, se va un delantero de época, un matador del área. /

En el complejo universita­rio de Potchefstr­oom (Sudáfrica), siete barcelonis­tas formaban el armazón principal de la selección española. Era el mes de junio del 2010. Siete barcelonis­tas más uno. Ese octavo pasajero respondía al apellido de Villa y al nombre de David. Acababa de firmar con el Barça por 40 millones de euros tras deslumbrar en el Valencia y lo quería saber todo de su nuevo destino. Si, por ejemplo ahora, Griezmann tiene problemas de integració­n, el Guaje fue desde el primer día uno más en la gran familia blaugrana que habitaba en la roja. En los rondos de cada mañana se hacían diversos grupos, y en uno siempre estaban los futbolista­s del Barcelona más Villa y Cesc Fàbregas. Cuestión de adaptación rápida y de ponerlo todo de su parte. Se convertía en la sombra de Xavi, en la de Piqué o en la de Puyol, y cuando se le presentaba un periodista procedente de Catalunya no tenía un no sino una sonrisa. A continuaci­ón le preguntaba cómo funcionaba­n las rutinas en el Camp Nou. “En el Barça disfrutaré”, le dijo a este diario en una entrevista realizada durante aquel Mundial. Lo hizo y levantó ocho títulos en el conjunto de Josep Guardiola y Tito Vilanova.

Nueve años y medio después de coronarse en Sudáfrica con la roja Villa colgará las botas. Según anunció ayer desde Japón prolongará su carrera como mucho hasta el 2 de enero, si es que ese día el Vissel Kobe, su último equipo, disputa la final de la Copa del Emperador. Si no, dejará de perseguir el gol a finales de diciembre. Tendrá 38 años.

“Siempre he dicho que prefiero dejar el fútbol antes de que el fútbol me deje a mí”, afirmó ayer en Kobe durante una rueda de prensa en la que hizo un repaso de su carrera.

Villa ha sido un devorador de espacios. Un delantero incisivo que ha hecho un arte de los desmarques de ruptura para plantarse solo ante el portero. Era entonces cuando sacaba a pasear su remate de precisión quirúrgica con las dos piernas. Esa facultad para utilizar con parecida eficacia la derecha y la izquierda le vino desde niño. Cuando su padre, minero, se enteró de que iba a tener un guaje se dijo a sí mismo que iba a ser futbolista. Aunque a los 4 años le cayó otro niño encima y le fracturó el fémur de la pierna derecha. Fue su primera lesión importante, pero su progenitor lo aprovechó para que desarrolla­ra, a tan tierna edad, su golpeo con la izquierda.

El asturiano empezó a despuntar en el Sporting, “el equipo de mis sueños de niño”. La rica cantera del Mareo, productiva a oleadas, fabricaba así otro jugador de calidad y muy exportable. Como comprobaro­n en el Zaragoza, donde se ganó la internadel cionalidad y donde levantó sus primeros títulos. Aunque cuando de verdad explotó fue en Mestalla. En València vieron a un futbolista en plenitud física y anímica. Un atacante voraz, un hombre profesiona­l y esforzado. Un jugador que no era mediático fuera campo, pero que dentro se dejaba la piel. Pudo llegar al Camp Nou antes, aunque también pudo perfectame­nte vestir de blanco, pues los dos trasatlánt­icos bebían los vientos por él.

La oferta barcelonis­ta y la seducción de entrenarse a las órdenes de Guardiola y jugar con Messi, Xavi o Iniesta acabó por pesar más. Como les ha pasado a otros delanteros, tuvo que buscarse la vida en la banda izquierda porque Messi ejercía de falso nueve y por la derecha habitaba más Pedro. Supo adaptarse durante su primera temporada, en la que brilló y en la que marcó en la fenomenal final de la Champions en Wembley ante el Manchester United. Su gol, el tercero blaugrana en ese partido, fue el más importante y uno de los más bonitos de los 48 que logró como jugador barcelonis­ta. Siete meses después todo cambiaría, pues se rompería la tibia en el Mundial de clubs y ya no reaparecer­ía hasta la temporada siguiente. Esa lesión le haría perderse la Eurocopa del 2012 tras haber sido el máximo goleador de la del 2008, donde España ganó, y el segundo realizador del Mundial 2010. “Formé parte del mejor equipo del mundo”, sentenció ayer Villa sobre su etapa blaugrana.

Su salida al Atlético, con el que ganó la Liga en el Camp Nou, marcó el inicio de una diáspora que le llevó a Melbourne y a Nueva York como integrante de las franquicia­s del Manchester City y finalmente a Kobe. Por eso puede presumir de haber metido goles en los cinco continente­s.

El máximo artillero de la historia de la selección española (59 goles en 98 partidos) dará carpetazo a su carrera tras haber militado en ocho clubs y haber ganado 14 títulos. Suma 365 goles con esos equipos y 424 contando los de España. No ha dicho su última palabra.

UNO MÁS DE LA FAMILIA

Cuando fichó por el Barça quería saberlo todo de su nuevo club: su integració­n fue ideal

UN JUGADOR ESTAJANOVI­STA Hijo de minero, desarrolló su golpeo con la izquierda al romperse el fémur derecho a los 4 años

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En el Camp Nou David Villa marcó 48 goles, incluido uno en la final de la Champions en Wembley, y ganó ocho títulos
ÀLEX GARCIA Barcelonis­ta En el Camp Nou David Villa marcó 48 goles, incluido uno en la final de la Champions en Wembley, y ganó ocho títulos

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