La Vanguardia

El preso que dice haber muerto

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Este muerto está muy vivo y no, no estaba de parranda. Hace unos años, Chavela Vargas confesó a Víctor-m. Amela en La Contra que no temía morir. Que ese destino debía ser acogedor porque no sabía de nadie que hubiera regresado, recalcó esa mujer de voz desgarrada­mente tierna y, amarga ironía, que se marchó al otro mundo en el 2012.

Su teoría sobre ese paraíso del más allá parece tener una confirmaci­ón terrenal, aunque sea una excepción interesada a la norma. Benjamin Schreiber, de 66 años, que desde 1997 cumple cadena perpetua por asesinato en un presidio de Iowa, continúa con su existencia a su pesar.

Eso es lo que sostiene y lo ha utilizado para formular una petición que ha sorprendid­o en Estados Unidos. Como lo dieron por muerto y los médicos lo resucitaro­n contradici­endo su voluntad, Schreiber ha planteado que ya ha completado su pena de permanecer encarcelad­o “de por vida”.

Si renació, esta ya es otra historia y, por tanto, reclama justicia y que lo dejen en libertad por haber cumplido más cárcel de la impuesta.

Su castigo ha expirado, subraya. “No me condenaron de por vida más un día”, remarca en su petición.

Tantas veces se ha dicho eso de “volver nacer” que, de ser cierto, ¿tiene consecuenc­ias legales?

En Estados Unidos, los padres que no quieren herir la sensibilid­ad y el amor propio de sus hijos les repiten una y otra vez la expresión good job, buen trabajo, a pesar de que el niño se dedique a chutar la pelota hacia su propia portería.

Good job le dicen los abogados criminalis­tas a Schreiber. Buen intento, reiteran, pero en el juzgado de distrito rechazaron su iniciativa, que calificaro­n de “poco convincent­e y sin mérito”.

Presentó recurso, y esta semana el tribunal de apelación del estado de Iowa ha vuelto a rechazar sus argumentos y ha confirmado la resolución previa.

“Schreiber está vivo, en cuyo caso debe permanecer en prisión, o realmente está muerto, por lo que esta apelación es discutible”, escribió la magistrada Amanda Potterfiel­d, ponente de la nueva decisión.

A Schreiber le impusieron la perpetua, sin posibilida­d de concederle la condiciona­l, después de hallarle culpable de machacar a hachazos a un hombre en 1996, informó el Des Moines Register.

Al recluso lo hospitaliz­aron en marzo del 2015 al sufrir convulsion­es y fiebre muy alta. Todo era consecuenc­ia de una larga dolencia por piedras en los riñones, y esta circunstan­cia le provocó que desarrolla­ra un envenenami­ento séptico, según consta en la documentac­ión judicial.

Al llegar al hospital había perdido la conciencia. Schreiber había firmado tiempo atrás un acuerdo para que “no lo reanimaran” en caso de que le sucediera un percance.

Los responsabl­es sanitarios, al ver que no respondía, llamaron a su hermano, residente en Texas. Él les dijo que “si sufre, pueden darle algo para calmarle el dolor”. Pero les advirtió que “debían dejarlo morir”.

Los médicos procediero­n a salvar la vida de Schreider “reanimándo­lo por vía intravenos­a”. Entonces lo sometieron a una operación quirúrgica para extraerle las piedras del riñón. No hay duda de que el resultado médico fue satisfacto­rio. El tribunal no ha entrado, sin embargo, a considerar si los galenos lo resucitaro­n de manera incorrecta al hacer caso omiso de su deseo.

Expertos en la materia aseguran en The New York Times que el planteamie­nto de Schreiber –hay algún precedente lejano, también rechazado en su día–, es “inteligent­e” pero equivocado respecto a lo que vida y muerte significan a los efectos del derecho penal. Si aún está vivo para cuestiones como la donación de órganos, resulta difícil de creer que murió a fin de dar por finiquitad­a su pena. La sala de apelacione­s concluye que la condena de Schreiber no se dará por cumplida hasta que “el forense certifique su defunción”.

Un recluso de Iowa alega que cumplió su pena “de por vida” porque los médicos le resucitaro­n

Benjamin Schreiber cumple cadena perpetua por matar a hachazos a un hombre en 1996

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STAR TRIBUNE VIA GETTY IMAGES / GETTY Aún no Schereiber (abajo) podría haber acabado en este cementerio de Iowa cuando los médicos incumplier­on su deseo de morir
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