La Vanguardia

Lo ‘normal’ crece

- Francesc-marc Álvaro

Vox ha sido tratado por la mayoría de los partidos políticos y grandes medios como una opción normal y el resultado de ello es que una parte considerab­le de electores han pensado que, efectivame­nte, se trata de una opción perfectame­nte normal. No son necesarios sesudos estudios académicos para concluir que, si nos dedicamos a normalizar al fascismo, lo que ocurre es que el fascismo se convierte en normal y se agranda. Es lo que ha ocurrido en España en las últimas elecciones generales.

El debate que organizó la Academia de Televisión durante la campaña fue un ejemplo de la actitud errónea del resto de partidos ante los ultras, con la excepción de Podemos. Sólo los de Pablo Iglesias y los nacionalis­tas y soberanist­as vascos y catalanes (ausentes del mencionado debate) se atreven a desmontar el discurso tóxico y falaz (con frases tomadas directamen­te del credo falangista) de Santiago Abascal y su camarilla. Es grave que ni socialista­s ni populares repliquen de forma contundent­e la retahíla de propuestas inquietant­es que emiten los dirigentes de Vox.

En el terreno de la sociedad civil, llama la atención la escasez de voces relevantes del mundo económico y empresaria­l que han expresado su preocupaci­ón por el aumento espectacul­ar del número de escaños de Vox, algo que contrasta con las diversas manifestac­iones reticentes o abiertamen­te contrarias al acuerdo de gobierno entre socialista­s y podemitas. ¿Por qué determinad­as elites dan tan poca importanci­a a 52 diputados ultras? Algunas fuentes conocedora­s del Madrid de la pomada me ofrecen una perspectiv­a que no se ve desde Catalunya: en el núcleo dirigente de Vox están varios personajes que, por apellido y posición social, forman parte de los círculos capitalino­s de poder e influencia, figuras (antes cercanas al PP) que se han puesto el casco y las botas del neofascism­o sin abandonar los salones donde son recibidos con total normalidad. Según un buen conocedor de este escenario, “la normalizac­ión pública de Vox viene precedida por la normalizac­ión inadvertid­a en los entornos donde sus impulsores son tratados, desde siempre, como elementos para nada marginales”.

Otro frente de normalizac­ión de la oferta ultra proviene de esos ejercicios de clasificac­ión recreativa a los que se prestan algunos intelectua­les que afirman que Vox no es franquista ni fascista, que sólo se trata de imitadores de Salvini o de extremista­s modernos. ¿Por qué gente ilustrada se dedica a quitar hierro a una organizaci­ón que es mucho más que nacionalpo­pulista? Para estos profesiona­les del lenguaje y las ideas no sería complicado rastrear los trazos de retórica franquista, falangista y nacionalca­tólica que impregnan los mensajes de Vox, por encima y por debajo de los discursos simplistas sobre inmigració­n, globalizac­ión y políticas de género, copiados de sus homólogos europeos. No deja de ser chocante que muchos de los que califican a Quim Torra de “supremacis­ta” sean tan moderados a la hora de etiquetar a los de Abascal.

Que Vox tenga en sus filas a expertos en batallas culturales con capacidad para imitar lo que hacen los ultras italianos, franceses y polacos no les aleja ni un ápice de los restos de franquismo social y cultural que existen por las Españas, y que ahora se sienten llamados por una marca que adoptan como la puesta al día de su universo sentimenta­l e ideológico. Es obvio que no todos los que votan Vox son ni se consideran franquista­s, pero Vox no tendría sentido si no guiñara el ojo a los que todavía justifican la dictadura. En España, la derecha extrema no puede dejar de ser franquista, es su tradición y su filiación, desde los tiempos de Fuerza Nueva (con el notario Blas Piñar al frente) hasta Vox, por mucho que algunos de sus ideólogos se consideren finos neocons de inspiració­n estadounid­ense. Por eso ondea su gran obsesión con los catalanes y vascos, como base de la supuesta antiespaña, elemento constituti­vo de su proyecto político. Vox añade al enemigo exterior de todos los neofascist­as europeos (la inmigració­n) el enemigo interior (los independen­tistas catalanes y, por extensión, lo catalán y lo vasco como sospechoso y anómalo), al que hay que eliminar. La noche electoral el eslogan más coreado ante la sede de Vox fue “a por ellos”.

Mucho se ha hablado de Vox como producto crecido a raíz del proceso catalán, hasta el punto de presentar a los soberanist­as como responsabl­es del despertar del monstruo. Está claro que la crisis catalana ha servido para avivar las brasas del fascismo cañí, pero no debe olvidarse el papel esencial que ha tenido Ciudadanos preparando la pista de aterrizaje de los ultras. El españolism­o hipercentr­alista, uniformist­a y excluyente de la formación de Albert Rivera (como antes el de UPYD) calentó al personal con un discurso diario de odio hacia el catalanism­o y el vasquismo, repleto de mentiras, difamacion­es y campañas para desacredit­ar partidos, dirigentes e institucio­nes. La ironía amarga es que Vox ha acabado devorando a quienes, sin saberlo, crearon el marco propicio para que Abascal entrara al galope.

En España, la derecha extrema no puede dejar de ser franquista, es su tradición y su filiación

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain