La Vanguardia

Una trans en los años 30

Marta Carrasco presenta en Temporada Alta un espectácul­o de danza-teatro en homenaje a la valentía de Lili Elbe, ‘La chica danesa’

- JUSTO BARRANCO

La bailarina y coreógrafa Marta Carrasco vio la película La chica danesa y tuvo claro que su protagonis­ta merecía un homenaje. Por su rebeldía, su tozudez y su valentía. Y creó Jo, dona. A Lili Elbe, un montaje del particular sello de danzateatr­o que practica la creadora y que mañana se presenta en el festival Temporada Alta, en el Teatre de Salt.

Carrasco (Barcelona, 1963) cuenta que sus proyectos nacen del enamoramie­nto de los personajes y aquí se enamoró de Einar Wegener, un chico danés nacido en 1882 y que pronto supo que era una chica. Y, en las primeras décadas del siglo XX, se decidió a serlo.

Pese a todos los problemas y persecucio­nes, sería Lili Elbe. Vestiría de mujer, a veces se presentarí­a como su propia prima, otras como la hermana de su esposa, Gerda Gottlieb, pintora como él, con la que se conoció en Bellas Artes y se casó jovencísim­o. Pero

Einar, Lili, quiso ir aún más allá y a partir de 1930 se sometió a sucesivas operacione­s de cambio de sexo, la última de las cuáles la mataría de una infección: había conocido a un marchante de arte, estaba enamorada y quería ser madre, e intentó un trasplante de útero.

“La persiguier­on, le diagnostic­aron demencia, esquizofre­nia. Y perversión. Se fue a París con su mujer”, recuerda Carrasco, que subraya que quiso homenajear­la llevando su Lili Elbe al escenario. “La Lili que imagino es una persona que ha nacido mujer, no se ha vuelto después, y en un momento en el que era imposible intentar cambiar nada, ella tiene una valentía que casi roza la locura, haciéndose trasplante­s que ni se hacen ahora, queriendo ser madre, y eso que ya tenía 50 años. Mi Lili es muy emocional, muy valiente, y la feminidad la llama pese a todo. Pese al mundo”, sentencia.

Una Lili Elbe a la que no da vida ella sino Albert Hurtado, que no es bailarín ni actor... sino su profesor de zumba. “Le conocí en una clase, es técnico de fitness, se movía tan bien que le dije que tenía que estar en un escenario. Y hemos trabajado como locos para que entre en mi mundo, mi universo. Él es Lili. Yo soy una especia de alter ego que le va guiando para que consiga hacer todo el proceso. Hay una química muy fuerte”, subraya, y cuenta que el espectácul­o está hecho a base de imágenes, movimiento y emociones –y algo de texto– que conducen al espectador de manera mágica por la historia, ambientada en la época, con referencia­s a la pintura de otro danés, Hammershoi, maestro de la luz y el silencio, además de música que va de la chanson a la ópera o, por supuesto, Mina.

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DAVID RUANO Una imagen de Jo, dona. A Lili Elbe

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