La Vanguardia

Nadal consigue salir del hoyo

“Días así hay uno de mil”, dice el balear, que remonta a Medvedev un 1-5 en el tercer set

- SERGIO HEREDIA

Hay algo épico en los Nadal-medvedev. Quién sabe si llegarán a convertirs­e en un clásico.

Vámonos por ejemplo a septiembre: ambos se disputan la final del US Open. El duelo se alarga, es un galimatías. Las crónicas lo califican de histórico. Se impone Nadal, en cinco sets y en casi cinco horas. Y ahora volvemos al presente. Este es el O2 Arena de Londres, escenario de las Nitto ATP Finals. La Copa de Maestros: el compromiso que reúne a las ocho primeras raquetas del año. Este encuentro no es como aquel, el de Nueva York. Ahora, ambos contendien­tes parecen mermados. Nadal no encuentra el ritmo, lastrado por sus problemas en los abdominale­s. No lo ha encontrado en toda la semana. Y Medvedev, en apariencia más sólido, tampoco es un monstruo.

Estamos en el tercer set, y Medvedev tiene pinta de llevarse el partido. Rompe el servicio de Nadal en dos ocasiones, se coloca 1-5 e incluso tiene una pelota de partido. Nadal baja la cabeza. Parece rendido.

Y entonces, el ruso se atasca. No suma ese punto, se evade del encuentro y deja crecer a Nadal, que sale del hoyo. El balear se apunta cinco juegos, todos de un tirón, ante el desespero de Medvedev, que gesticula y se lamenta. En el palco, su equipo le observa ojiplático. Nadal ya no va a soltar a la presa. Alcanzan el tie-break y acelera. Se lo apunta y cierra el debate. En 2h44m, se impone por 6-7 (3), 6-3 y 7-6 (4).

“Honestamen­te, días como este sólo salen uno de cada mil. Lo tenía todo perdido, Medvedev estaba jugando mucho mejor que yo... Estas cosas no ocurren muy a menudo. Me siento superafort­unado”, confiesa Nadal.

Sonriente, se va a la ducha. Continúa vivo.

Aunque el dinosaurio sigue allí: a final de año, problemas. Llega noviembre y Rafael Nadal (33) se complica la vida en la Copa de Maestros. Lo ha pasado mal. Le ha visto los ojos al dragón. Una segunda derrota en sus dos partidos en el O2 Arena de Londres le hubiera supuesto un doble castigo. No sólo hubiera lastrado al balear, que vería cómo se le complicaba el torneo de las ocho raquetas, una de sus cuentas pendientes (nunca lo ha ganado).

También hubiera comprometi­do su liderato en el circuito ATP.

La lucha empieza a ser agónica. Nadal, que todavía depende de sí mismo, aventaja a Novak Djokovic por 640 puntos. El serbio se juega el año hoy, ante Roger Federer (21 h). Este choque es un clásico.

Tan fascinante como el Federernad­al. O el Nadal-djokovic.

Quién sabe, quizá también como el Nadal-medvedev, visto lo visto.

Si Federer neutraliza a Djokovic, Nadal cerrará el año como número uno. Si vence el serbio, entonces la presión será notable: Djokovic estará en semifinale­s. Nadal necesita alcanzar la final para cortarle el paso, definitiva­mente, a Djokovic. Para ello, debe tumbar a Tsitsipas el viernes.

Parece mentira, pero así están las cosas ahora. Con Nadal en pie.

Pocas cosas le han salido bien a Nadal en Londres, en estos días. Había alcanzado la capital británica mermado, a mediados de la semana pasada, con problemas en un abdominal. En las entrañas del polideport­ivo se había entrenado siempre a medio gas. Apenas había tenido cuerpo en su debut, su dolorosa derrota ante Sasha Zverev.

Ayer recurrió a la épica para tumbar a Medvedev (23).

El choque fue poliédrico, con varias caras, y parecía decantado del lado del ruso, revelación del año. En enero era el 16.º del mundo. Ahora es el cuarto. Su caída ayer, en el última tramo, fue escandalos­a. Conforme cometía errores no forzados (60, por los 39 del balear), al ruso se le descomponí­a el rostro. Se había visto 1-5 arriba y con pelota de partido. Media hora después, en el tie break, iba con los hombros caídos. No se le puede dar vidilla al balear.

Los choques entre Nadal y Medvedev tienen un tono épico: ya se había vivido en la final del US Open

EL COMBATE

La victoria rescató a Nadal, que sigue vivo en la carrera por el liderato ATP: aventaja a Djokovic por 640 puntos

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KIRSTY WIGGLESWOR­TH / AP Medvedev y Nadal se saludan tras el encuentro, anoche en el O2 Arena de Londres

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