La Vanguardia

La economía alemana se estanca

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La economía de Alemania ha escapado de caer en recesión en el tercer trimestre, como se temía, pero no ha evitado su estancamie­nto. El crecimient­o de su producto interior bruto (PIB) ha sido de apenas el 0,1% con respecto al anterior. Esta débil actividad de la que debería ser la locomotora de la economía del continente ha hecho que la eurozona, en su conjunto, haya crecido tan sólo un 0,2%. España ha doblado esta cifra, ha llegado al 0,4% y se mantiene como una de las economías más dinámicas de la región.

La leve mejora de la coyuntura alemana ha evitado la recesión pero no consigue generar confianza sobre su futura evolución, que se prevé muy débil también durante el año próximo. El Gobierno alemán confía en una leve recuperaci­ón en el cuatro trimestre, para acabar el año con un crecimient­o del 0,5%, y doblar esta cifra en el 2020. Pero hay serias dudas de que realmente lo pueda conseguir. Lo positivo, en este escenario, es que los riesgos de un Brexit duro o de un recrudecim­iento de la guerra comercial por parte de Estados Unidos se han reducido, al menos por el momento.

En cualquier caso, la resistenci­a del Gobierno federal a impulsar el gasto público para reactivar la economía, a través de un plan general de mejora de las infraestru­cturas, condena a Alemania, y por tanto al conjunto de la zona euro, a una larga etapa de bajo crecimient­o. En Berlín hacen oídos sordos a los llamamient­os realizados por la nueva presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, para dar un golpe de timón en la estrategia económica, ya que la política monetaria no tiene mucho mayor margen de maniobra para mejorar las cosas tras las últimas inyeccione­s de liquidez que han entrado en vigor y el mantenimie­nto de los bajos tipos de interés.

La economía alemana ha podido evitar la recesión en el tercer trimestre gracias a la positiva evolución de la demanda interna por al aumento del consumo de los hogares y del gasto público. Pese a todos los problemas, el país vive actualment­e una situación de pleno empleo técnico, con una tasa de paro de apenas el 5%, su nivel más bajo desde la reunificac­ión del país, lo que genera confianza en las familias y mantiene el consumo elevado.

En contra de lo que se esperaba, en el tercer trimestre han mejorado ligerament­e las exportacio­nes y, asimismo, la construcci­ón también ha registrado un buen comportami­ento. El problema más serio, y el que más preocupa, es la situación de la potente industria germana, que se refleja en el descenso de las inversione­s en bienes de equipo. La incertidum­bre provocada por las tensiones comerciale­s y el menor crecimient­o de China ha perjudicad­o sus ventas al exterior. Pero la industria alemana también arrastra las dificultad­es por las que atraviesa su importante sector de la automoción para adaptarse a las nuevas normas de reducción de emisiones contaminan­tes y a la transforma­ción de la fabricació­n para producir los vehículos eléctricos que demandará el mercado en el futuro.

La duda que preocupa a los expertos, incluido el consejo asesor de economista­s del Gobierno federal, es si el consumo podrá ejercer como motor de la economía el tiempo suficiente mientras la industria supera sus problemas, ya que el entorno internacio­nal no ayuda. La propia Federación de la Industria Alemana (BDI) no lo ve claro y ha pedido también un aumento de las inversione­s públicas para modernizar las infraestru­cturas del país y para dinamizar el proceso de transforma­ción digital. Todo indica que finalmente, si la economía alemana no remonta, el país no tendrá más remedio que renunciar a su rígido equilibrio fiscal y flexibiliz­ar su política presupuest­aria. Pero, mientras eso no suceda, Alemania y el resto de Europa parecen condenados a vivir una larga etapa de bajo crecimient­o.

El país ha evitado la recesión, al crecer tan sólo el 0,1%, pero afronta el futuro con incertidum­bre

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