La Vanguardia

Doblegarse al cambio climático

- Eulàlia Solé

Yakarta, capital de Indonesia, se hunde unos 20 centímetro­s al año; en algunas zonas, hasta 25 centímetro­s. El Gobierno, adaptándos­e al desastre, al cambio climático, a la voluntad de los interesado­s en hacer oídos sordos al calentamie­nto global, ha tomado la decisión de trasladar la capitalida­d a la isla de Borneo. El presidente Joko Widodo ha anunciado que la construcci­ón de la nueva capital comenzará a finales del año 2020, sin que esto suponga el menor cambio en positivo para Yakarta. Que huyan de las inundacion­es en lugar de actuar contra la crisis climática no la salvará del cataclismo.

Sus 18 millones de habitantes continuará­n a merced de los crecientes tsunamis, terremotos e inundacion­es, fenómenos naturales que desde sus orígenes van a peor cada año, pasando de naturales a verse incrementa­dos, provocados por la actividad humana.

Sulfura comprobar cómo los gobiernos se doblegan a las empresas contaminan­tes, cómo no hacen nada, o apenas nada, para implantar las energías limpias. Mientras se llenan la boca exigiendo a la ciudadanía que recicle, abomine de los plásticos, utilice el transporte público, las energías renovables permanecen casi encalladas. Sólo pequeñas actuacione­s que pretenden limpiar las conciencia­s en tanto que las auténticas medidas quedan aparcadas.

Cuando Donald Trump, negacionis­ta del cambio climático, formaliza ante la ONU su intención de abandonar el acuerdo de París en noviembre del 2020, fecha en que podrá hacerse efectiva, la indignació­n se mezcla con la desesperan­za. Porque Estados Unidos es el segundo país más contaminan­te, y todo el orbe habrá de pagar las consecuenc­ias.

Hasta el momento, 185 países han ratificado el acuerdo y, tal como consta en el convenio, han presentado sus proyectos para el recorte de las emisiones de gases de efecto invernader­o. Sin embargo, la Casa Blanca no sólo no lo ha hecho, sino que ha ido derogando los decretos de la era Obama en favor del medio ambiente.

Mientras la mayor economía del mundo impone su criterio, los efectos sobre Indonesia, los que obligan a trasladar la capital como en un juego infantil, no son más que el culmen del vergonzoso acatamient­o. Quizás en las elecciones de finales del 2020 se produzca un cambio político en Washington, quizás el aire que respiramos se vaya volviendo más limpio.

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