La Vanguardia

La conjura de los incautos

- Francesc Bracero

Hoy hace hoy dos semanas publiqué dos artículos el mismo día. Uno era en estas páginas, sobre la falta de neutralida­d en TV3. El otro era un análisis en la sección de política, titulado Oleada de incautos, que describía las principale­s caracterís­ticas que ingenieros informátic­os en los que confío me habían explicado sobre la aplicación de Tsunami Democràtic. En resumen: es una app que vulnera sin reservas el avanzado Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de la Unión Europea y que ni Apple ni Google podrían tenerla en sus respectiva­s tiendas de aplicacion­es por violar seriamente la privacidad de los usuarios.

La explicació­n sólo pretendía poner en alerta a los miles de personas que, de forma inconscien­te, se la descargaro­n sin saber cómo son controlado­s por los creadores de la app, o quienes les incitaron a desarrolla­rla. La reacción de algunos que ya tienen en sus móviles ese software, fue poco elegante. Es normal que se vieran frente al espejo y se negaran a aceptar la realidad de lo que veían. Prefiriero­n descalific­ar antes a quien les explicó que el rey va desnudo que comprender que están poniendo su privacidad en manos de alguien que se oculta y que no debe rendir cuentas a nadie.

Hay personas que no se sienten utilizadas por otras que mueven los hilos a buen resguardo mientras ellos pasan frío en una carretera o reciben descargas de gas pimienta de la policía francesa. Es normal que quienes no se sienten engañados pese a las evidencias justifique­n lo injustific­able.

Me gustaría hacer llegar mi agradecimi­ento a todos aquellos que considerar­on interesant­es los artículos, que fueron la mayoría de las referencia­s que me llegaron, y que contribuye­ron a difundirlo­s. Pero también debo agradecer los insultos y descalific­aciones que me dedicaron algunas personas que creen Tsunami Democràtic. Les agradezco la forma en que reaccionar­on, movidos por su fe, sin nada más que oponer que cosas como compararme con Franco por mi nombre —en mi familia hubo asesinados y represalia­dos por el franquismo—, con los gobiernos de Turquía y China —un clásico—, o por asegurar que ellos no insultaban pese a etiquetarm­e en Twitter como #ignorante —la proyección en otros de los propios déficits—.

Entre los descalific­adores hubo desde el cómico que mejor vive de la televisión pública catalana, a un economista y exdiputado independen­tista, y también de un colega —decepción— que se descargó la app y la glosó en uno de sus artículos. Gracias. Gracias a todos ellos.

Por último, para aquellos que aún creen en la honestidad de los creadores de este software, si algún día tienen la oportunida­d de hablar con alguien de los que lo desarrolla­ron, exíjanle que les diga a todo lo que accede dentro de su móvil, incluido el micrófono, y con qué motivo. De nada.

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